“Sometimes the difference between
 living and dying is just a little bit.
Sometimes the difference between
 living and dying is just a sigh”,
Lauren E. Simonutti 

Anoche volví a pintar mis uñas después de varios meses. Tenía en mente un tono oscuro, recordé un esmalte color uva, casi púrpura. Revolví entre la cesta en donde guardo el  maquillaje y eché un vistazo rápido a los pequeños frasquitos, los fui tomando uno a uno, como haciendo un recuento de los colores y momentos en que fueron comprados; pero con tristeza noté que varios de ellos ya estaban chiclosos, con el barniz adherido a las paredes. Uno de los pocos esmaltes que encontré en buenas condiciones era el verde, de un tono verde hoja que va bien con el color amarillento de mi piel. Pintarme las uñas me relaja, había pasado el día con la mente ausente. A pesar de las actividades cotidianas no logré ordenar nada; ni mis pendientes, ni mis actividades, menos mis pensamientos. Me encontré sola en cualquier rincón, un silencio bastante ruidoso para mi presente.

Entonces recordé a Lauren E. Simonutti, la fotógrafa estadounidense. Ella, que padeciera un grave accidente automovilístico y convirtiera el dolor en necesidad desde un cuerpo lastimado, herido, transformado. Ella, que fue diagnosticada con síndrome bipolar. Ella, que se rodeaba de objetos que recrean personajes, de telas que semejan fantasmas, de pequeños rincones habitados por memorias, de símbolos diversos. Ella, que experimentó tantísima soledad desde su autoexilio.

Cuando la descubrí, inmediatamente sentí una conexión con ella, con su historia, su trabajo. Incluso con su dolor, su auto aislamiento. Con su mirada extraviada, con su pesado cuerpo. Y quizá sea también un modo de estar, de querer ser. Hay una imagen que ella construye sobre sí misma que me sedujo. Y tal vez sean las sombras, el ocultamiento, los fragmentos, el desdibujamiento de su rostro, no lo sé con certeza. Pero hay una melancolía que se lee en su fotografía que es difícil no verla, no adoptarla, no apropiarse de ella.

Las fotografías de Simonutti sentada a la mesa con un pastel incompleto, rodeada de objetos inertes, de velas encendidas, de una presencia en duda, de un tiempo que parece repetirse, de un ciclo que se reafirma a sí mismo con el pastel que se guarda en el refrigerador hasta el siguiente año.  Con esos anti-festejos, es inevitable preguntarse ¿Qué es lo que nosotros padecemos tanto? ¿Cómo manifestamos, evidenciamos, nuestras propias soledades? ¿Qué almacenamos en el refrigerador para intentar detener los estragos del tiempo? Para conservarlo, cuidarlo y, cada vez que la puerta se abra, recordar que sigue allí. Para impedir, en la medida de lo posible, su pronta descomposición. Si la diferencia entre la vida y la muerte es apenas perceptible, si la diferencia radica apenas en un suspiro.

Tengo mis uñas pintadas, son verdes, veo mis manos y me recuerdan tanto a una piel translúcida que deja ver los tonos verdosos que experimenta un cuerpo con frío, un cuerpo en pausa en el que la sangre circula más lento. Un cuerpo que carece de calor, marcas que demuestran ausencias.

Mis frasquitos de esmalte contienen el tiempo adherido a las paredes, presentes pegajosos, pesados y lentos. Soledad encerrada, contenida, sin aire, sin olor a descomposición, pero con visible desgaste. Pedacitos de color que guardaré en el refrigerador esperando encontrarlos allí el próximo año. Intentando que el frío prolongue la vida de esa materia ya modificada.

Twitter: @CDomesticada
Piedad es artista visual con maestría en Diseño 
e Innovación en EspaciosPúblicos.

Actualmente es profesor de cátedra en el Tec de Monterrey campus Querétaro.

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