El presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo, hay que decirlo, una visita exitosa a la capital de Estados Unidos.

Fue recibido con cortesía y hasta deferencia por el presidente Donald Trump. No hubo desplantes ni groserías ni tuitazos fuera de guion del mandatario estadounidense. Por su parte, López Obrador dio un buen discurso en la Casa Blanca, algo excedido en los elogios al anfitrión, pero eficaz.

Entonces todo bien, salvo por un detalle: solo se discutió un tramo de la relación bilateral. El comercio y la inversión, para ser preciso. Todo lo demás quedó fuera ¿Y qué es todo lo demás? Va una lista no exhaustiva:

1. El endurecimiento sistemático de la política migratoria de Estados Unidos

2. El programa Remain in Mexico y la permanencia en nuestro territorio, en condiciones cercanas a los de una crisis humanitaria, de decenas de miles de personas que han solicitado asilo en Estados Unidos.

3. Los esfuerzos persistentes de la administración Trump para acabar con el programa DACA y deportar a los Dreamers.

4. La construcción del muro fronterizo

5. El futuro de la Iniciativa Mérida

6. El intercambio de inteligencia y la presencia de las agencias estadounidenses en México

7. La producción, tráfico y consumo de drogas, con especial énfasis en el fentanilo y la metanfetamina

8. El Cartel de Jalisco Nueva Generación

9. El Cartel de Sinaloa

10. El tráfico de armas de Estados Unidos a México

11. La colaboración en materia de lavado de dinero

12. La cooperación con Centroamérica

13. La interminable crisis venezolana

14. Cuba

15. Diversos asuntos globales y, en específico, el papel de México en el Consejo de Seguridad de la ONU

16. El Covid y la eventual reapertura plena de la frontera

17. La cooperación sanitaria, en caso de una segunda, tercera o cuarta oleada de la pandemia

Entonces, está bien que hayan querido compartimentar de nuevo la relación bilateral y evitar que los temas migratorios o de seguridad contaminaran la relación económica y comercial. Pero eso lleva a reconocer lo obvio: la cumbre salió bien porque se evitó hablar de más de la mitad de la agenda bilateral.

En respuesta a Fernando Escalante:

Hace dos días, en un artículo publicado en Milenio (https://bit.ly/2ZXR7vM), Fernando Escalante me dedicó una feroz crítica por una columna que publiqué en estas páginas la semana pasada (https://bit.ly/2ZUx7tX). Sobre el particular, me permito hacer las siguientes aclaraciones:

1. El argumento central de esa columna, mal explicado de mi parte, es el siguiente: para tratar de evitar masacres, las autoridades deberían de señalar de manera explícita a cierta categoría de actos violentos —definida en términos cuantitativos o cualitativos— como objeto de atención extraordinaria. Eso no significa que no se intente investigar y castigar todos los demás hechos de violencia, pero sí implica que hay actos particularmente repugnantes que ameritan una respuesta excepcional y un uso concentrado de recursos. No veo nada moralmente condenable en esa idea. 2. El doctor Escalante dice que le asombra “que alguien piense que tiene sentido imaginar el asesinato como una operación de mercado”. Con todo respeto, me asombra su asombro. Supongo que no ignora que hay personas que pagan y cobran por matar (https://bit.ly/38F6r4q). En los hechos, existe un mercado de la violencia letal ¿Resulta inmoral o reprobable usar herramientas y conceptos de economía (entre otros instrumentos analíticos) para tratar de entender mejor ese mercado y, eventualmente, generar propuestas para reducir el número de homicidios? Yo creo que no, pero supongo que el doctor Escalante tiene una opinión distinta. Respeto su punto de vista, pero no lo comparto.

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