Mi papá no me compró mi primer coche… me enseñó a ahorrar, a cuidar mi sueldo y a conseguir el mejor crédito para poder comprar ese auto que valoré inmensamente, pues era fruto de mi esfuerzo.

Mi papá no me enseñó a orar… pero yo lo veía hacerlo por las mañanas, en silencio, ya listo con su traje para irse a trabajar, pero no sin antes, postrarse ante el crucifijo de su cabecera, fue ahí donde yo aprendí el valor de la oración.

Mi papá no me enseñó a cocinar… me enseñó a disfrutar de los sabores de la comida, a valorar lo poco o lo mucho que se tenía en cada momento, desde unos frijoles con arroz hasta unos caracoles y así puedo disfrutar cada bocado porque sé que ninguno es igual al anterior.

Mi papá no me ayudó a estudiar… pero con su ejemplo de esfuerzo diario, con la entrega en su trabajo, con la dedicación con la que atendía a cada persona que recibía, aprendí que sólo con mi esfuerzo podría alcanzar mis metas.

Mi papá no solucionó mi problema… aquella vez que reprobé un examen, cuando tuve que ir a pagar unos trámites  o cuando tuve ese choque y cirugía; me enseñó que tengo los recursos necesarios para lograr lo que quiera, que poseo la inteligencia suficiente para solucionar lo que venga y que aun así, ahí está él para apoyarme siempre que lo necesite, no sin antes intentarlo yo primero.

Mi papá no me llevó a grandes espectáculos ni a conciertos de artistas famosos… me llevó a disfrutar de la filarmónica, del ballet, del teatro y ahora veo con cariño esos momentos compartidos en familia, donde el arte nos conmovía los corazones.

Mi papá no me habló de cómo tratar a los demás… pero lo vi atender a todos sus clientes como si cada uno fuera el más importante de todos; vi cómo recibía en casa amistades cercanas y no tanto, con el mismo entusiasmo y calidez; vi cómo atendía y cuidaba a sus hermanos y familiares que le buscaban para convivir o para pedirle un consejo.

Mi papá no me daba “domingo”… me hacía valorar el dinero en su justa medida, aprender a vivir con lo necesario y a necesitar poco, pues sabía que el tener todo no es la felicidad.

Mi papá no me habló de compartir o de la honradez… me lo mostró en cada momento que atendía a cada uno de sus ocho hermanos con el mismo cariño y atención, me lo enseñó cuando aún con las mejores propuestas, él rechazaba ofertas sospechosas para ganar más dinero, porque su conciencia así se lo dictaba, y sabía que nosotros lo estábamos viendo, aun sin verlo.

Mi papá no me habló del noviazgo o matrimonio… pero con sus 50 años de matrimonio me ha mostrado cómo una persona puede amar tanto como para seguirse renovando, para continuar procurando a su cónyuge, cómo se han respetado y tratado con tanto cariño, me ha demostrado que el amor no es sólo besos y caricias, sino también comprensión, apoyo, silencios y risas.

Parece que al final, mi papá sí hizo mucho por mí.

Para este gran señor, Don Juan Silva —mi padre—, con mucho cariño y admiración, Dios te siga llenando de bendiciones y ¡feliz cumpleaños!

Google News