Tras las elecciones la pregunta surge: ¿qué de bueno, malo y feo se ha podido apreciar?

De lo bueno un apunte es la participación del electorado, llegando al 52.6%. No es la cifra deseable, pero una nueva marca al tratarse de elecciones intermedias, en las que históricamente la participación es baja.

Un segundo es la pérdida de registro de algunos partidos políticos. Si bien la democracia se trata de escuchar todas las voces, la presencia de Fuerza por México, Redes Sociales Progresistas y Partido Encuentro Solidario (perdón, Social, ¿o cuál es el de ahorita?) no aportan para la democracia en el país. Su existencia se reduce a fungir como partidos “bisagra” y aliarse con quien sea con tal de cobrar y sobrevivir.

El tercero es el contrapeso obtenido. Como se ha mencionado antes en esta columna, la democracia se construye y sirve con contrapesos. Si se concentra todo el poder en un partido político, el consenso se disuelve y las decisiones unilaterales proliferan. De ahí que resulte sano para la democracia que el partido hegemónico haya perdido curules ante el ascenso de las fuerzas de oposición. Donde sí se concentró el poder fue en algunos congresos locales, como en Querétaro, lo que es problemático. Se necesitan contrapesos en todos los espacios de gobierno, como justamente sucederá en Nuevo León.

Y otra nota trascendental es las candidaturas de grupos vulnerables en estos comicios. Nunca se había registrado una participación tan elevada de mujeres y de la comunidad LGBT, lo que las empodera y genera un precedente para las siguientes elecciones, sobre todo por las victorias del primer presidente municipal abiertamente homosexual y de seis mujeres en 15 gubernaturas en juego. Hoy en día tenemos ocho gobernadoras, entre electas y en el cargo, en 32 entidades federativas, lo que significa un 25%. No es suficiente, pero es un muy buen avance.

De lo malo hay mucho, pero hay tres apuntes relevantes. Además del mencionado arriba, otro es la diferencia de la votación entre las clases media y baja, que se materializó prácticamente en todo el país, no sólo en la CDMX. ¿Quién es responsable de ello? Es simple, tal resultado fue provocado por el constante discurso divisorio, peyorativo y maquiavélico de la voz que cada mañana retumba en Palacio Nacional. Así de simple.

Además, podemos identificar como absurdas las declaraciones de líderes morenistas señalando que hubo una “campaña de desprestigio contra la 4T” por las decisiones erradas, el manejo de la pandemia y lo sucedido con la Línea 12 del Metro. Los morenistas confunden “campaña de desprestigio” con opinión pública, misma que se presentó en el 2018 por los escándalos y la corrupción del PRI y el PAN y que ahora existió de nuevo por los escándalos y la corrupción de Morena. No hay que hacer ni comprar maromas.

Acerca de lo feo, hay tres apuntes. El primero es la violencia en el país, que cobró la vida de casi una centena de candidatos. El segundo fue la victoria de candidatos impresentables en todos los niveles. Y el tercero es la permanencia de partidos “bisagra”, como el PVEM, que sólo existe para forjar alianzas con el mejor postor (antes con el PAN, PRI y ahora con Morena), cobrar por ello y vivir del erario. Es un lastre enorme para nuestra democracia.

Niels Rosas Valdez
Escritor, historiador e internacionalista
niels.rosas@gmail.com
@NielsRosasV (twitter)

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