Se le atribuye a Confucio la frase: “El buen líder sabe lo que es verdad; el mal líder sabe lo que se vende mejor”.
 Un auténtico líder necesita disciplina para hacer lo necesario, lo que es importante para su comunidad, y no solamente tomar las decisiones fáciles y populares, que no resuelven los conflictos de fondo y que van pateando al futuro la solución a nuestros problemas.

Un auténtico líder reconoce esos problemas y trata de resolverlos antes de que se conviertan en una crisis para la vida de las personas; aunque ello signifique tomar decisiones difíciles, pero que ofrecerán resultados a largo plazo.

México necesita de esos líderes. Nuestra sociedad y nuestras familias necesitan que se tomen decisiones inteligentes, que defiendan el bien mayor y que le apuesten al mañana.

En tiempos prehispánicos, el Tlatoani era la autoridad máxima, el que concentraba el poder político y económico. En la actualidad simboliza al jefe supremo, al único que ostenta el poder y el único que puede tener la razón. También tenemos a los Mesías modernos, que ofrecen soluciones rápidas y simples a problemas que todos sabemos complejos.

El problema con este tipo de liderazgos es que hablan mucho, prometen mucho, guardan mucho las formas; y a la hora de entregar resultados, ni para atrás, ni para adelante. Dios los libre de tomar una decisión que no sea popular o no entronice su imagen.

Los Tlatoanis y Mesías generalmente son carismáticos, pero tienen una deficiencia: tienen más apego al poder, que a resolver los problemas de la gente. Están más preocupados por las siguientes elecciones, que por mejorar nuestra calidad de vida.

Hoy, más que nunca, es necesario formar los liderazgos que necesitamos: los que tienen como principal objetivo el beneficio de la sociedad y no el propio. Los que saben escuchar, tener serenidad, ser autocríticos y empáticos. Los que están comprometidos con dar resultados y tomar decisiones valientes, con una visión humanista. Porque un auténtico líder no puede pasársela evitando tomar decisiones, sólo porque son difíciles, sólo para no equivocarse. Si es así, está alejado de la realidad. Está dándonos una aspirina de demagogia, que no resuelve nuestros problemas diarios. Está pensando en el ahora de su popularidad, sin importarle el mañana en las vidas de nuestras familias.

Un mal líder nos puede causar mucho daño si toma una mala decisión. Pero también por una decisión que no tomó a tiempo, o que no se animó a tomar jamás. Al final, los líderes no vienen de Marte, se forman dentro de nuestra misma sociedad. Y lo que debemos transmitirle a las y los jóvenes es que un líder está para servir a los demás y para tomar las decisiones que impactarán de mejor manera en la vida de las personas.

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