Producto de la presión social, la Guardia Nacional, que prevé reclutar de 2019 a 2021 a un total de 50 mil jóvenes, estará bajo un mando civil y no militar.

Y aunque la opinión pública ha celebrado el cambio en el diseño original, permanecen dudas que merecen respuestas claras y transparentes, pero sobre todo coherentes, ya que si bien se habla de los beneficios a los que se harán acreedores los jóvenes que integren la Guardia Nacional como tener un empleo remunerado y seguridad social; carece de un control de confianza.

Es decir, un filtro que permita comprobar el cumplimiento de los perfiles de personalidad, éticos, socioeconómicos y médicos, lineamientos establecidos en la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública para los procedimientos de ingreso, promoción y permanencia de las instituciones de seguridad pública.

Para combatir el gravísimo problema de violencia criminal en nuestro país se requiere más que amor a la patria, se necesita una estrategia integral, que en primer lugar no dejé que la responsabilidad de combatirla recaiga solamente en la juventud; los jóvenes tenemos aspiraciones de índole personal, profesional y laboral que van más allá de los cuarteles.

La Guardia Nacional y el programa “Jóvenes Construyendo el Futuro” son programas que representan un llamado a la juventud y coinciden en reclutar jóvenes entre 18 y 29 años de edad ofreciéndoles mejorar sus condiciones de vida.

Celebramos la visión del gobierno federal para buscar opciones de desarrollo para los jóvenes, pero, ¿Será suficiente? La respuesta la tienen los jóvenes, a ellos es a los que tenemos que escuchar para dejar de improvisar, porque de entrada ambas estrategias se contradicen entre sí, ya que por una parte se invita a los jóvenes a capacitarse para comenzar su experiencia laboral recibiendo una beca mensual de 3,600 pesos y por otra parte se les convoca a formar parte de un cuerpo de seguridad pública.

¿En qué quedamos? ¿Libros o Armas? ¿Educación o Militarización?

La militarización ha fracasado en su intento de pacificar al país, no ha sido la solución porque implica seguir combatiendo la violencia con violencia, además de agravar la crisis de derechos humanos. Tampoco ha logrado frenar la creciente expansión del crimen organizado. Por el contrario, los grupos criminales han diversificado su oferta laboral para los jóvenes, involucrándolos en tráfico de personas, robo de combustible, piratería, extorsiones y secuestros.

La educación abre un enorme abanico de oportunidades para los jóvenes y les permite desarrollar las habilidades y aptitudes necesarias en su vida laboral.

¿Cuál opción debería privilegiarse?

La salida más fácil es militarizar la seguridad pública pero la auténtica solución de fondo es conseguir la inclusión educativa y laboral de los jóvenes para alejarlos de las conductas delictivas. De esta manera los jóvenes dejarán de ser presa fácil de la delincuencia y conseguirán su integración social. En tal caso el uso de la fuerza coercitiva no será necesario.

Libros, no armas. Cultura, no violencia. Educación, no militarización.

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