En nuestro país celebramos el Día de la Libertad de Expresión el 7 de junio, celebración que data de 1951, que fue establecida por el entonces Presidente de la República Miguel Alemán, aunque posteriormente, en 1993, la ONU declaró el día 3 de mayo como el Día Mundial de la Libertad de Expresión. Lo importante es que, al menos una vez al año reflexionemos sobre este tema fundamental en la vida social. Este asunto incluye dos palabras: libertad y expresión.

Respecto a la libertad, todos la reconocemos como la facultad natural que tenemos para obrar de acuerdo a nuestra voluntad. La vida nos enseña que si no la utilizamos responsablemente, respetando las leyes físicas y naturales establecidas por el Creador, acabamos por perderla, además de que se generan situaciones de violencia y destrucción como muchas que, desgraciadamente estamos padeciendo.

Los Principios de Doctrina del Partido Acción Nacional, en su proyección del año 2002, nos dicen que “Toda persona tiene derecho y obligación de ejercer responsablemente su libertad para crear, gestionar y aprovechar las condiciones políticas, sociales y económicas, con el fin mejorar la convivencia humana. Construir un orden social justo es deber individual y colectivo.”

De manera que podemos visualizar dos significados de libertad: una, como un derecho a hacer lo que nos plazca y la otra, como una capacidad que nos hace responsables de hacer el bien a los demás.

Y respecto a la expresión, es decir, a la facultad para manifestar nuestras ideas, opiniones y sentimientos, podemos decir que es un don maravilloso que tiene el hombre con el que se puede transmitir belleza, dulzura, ánimo, verdad, amor y muchos más conceptos, datos o emociones; se puede usar para fomentar la unidad, el diálogo o la acción, pero también se puede usar para transmitir sentimientos de odio, de división, de venganza, o, simplemente visiones “amañadas” de la realidad para favorecer intereses personales.

Considero que, si bien, quienes tenemos la oportunidad de utilizar los medios de comunicación masiva tenemos una posibilidad especial de influir en la información, en la formación de las personas y en la creación de una cultura, pero todos podemos y debemos aportar algo a los demás cuando nos comunicamos: cosas como usar un lenguaje apropiado, agradable y constructivo; recurrir más a la benedicencia (hablar bien de los demás) y menos a la maledicencia (hablar más de los demás); compartir información y mensajes positivos, adecuados a los receptores.

Si queremos usar nuestra libertad de expresión para hacer un señalamiento o una denuncia respecto a una persona, considero que debemos intentar, hasta donde sea posible, hacerlo primero en lo personal con el involucrado y, de no tener resultados, entonces hacerlo público de una manera prudente.

Aprovecho esta ocasión para agradecer a EL UNIVERSAL la oportunidad que me brinda de compartir con ustedes estos comentarios. Y a quienes me hacen el favor de leerme, también les envío un cordial y afectuoso agradecimiento.

Analista y miembro del Partido Acción Nacional

Google News