Retomando el tema de las columnas anteriores, decíamos que América Latina se encuentra dividida y eso la debilita, la hace vulnerable y la expone. Los países de la región parecen inclinarse por estrategias individualistas que no hacen más que erosionar las instancias colectivas de toma de decisiones. El resultado: un escenario de atomización que potencia la vulnerabilidad de los diferentes países y limita sus márgenes de acción frente a las grandes potencias.

Evo encabezó uno de los gobiernos más populares en la historia de Bolivia. Votado en tres ocasiones, presidente desde el 2006, pretendió en 2016 someter a consideración de la ciudadanía una presidencia atemporal, permanente, donde él se quedara sin necesidad de ir a elecciones. Esta acción traspasa la tolerancia de la sociedad y provoca quebranto en el apoyo popular que tenía.

Previamente, el Tribunal Electoral, controlado por el presidente, avaló el fraude. Como la Cámara de Diputados y el Senado estaban en manos de sus incondicionales, tampoco existieron los contrapesos para impedir sus abusos. La falta de equilibrios exacerbó a la sociedad y aumentó la polarización. Las instituciones sirven de equilibrio para contribuir a la estabilidad de un país, impiden una ruptura del orden constitucional y que se violen las leyes electorales, al desaparecer las instituciones se está derrotando a la democracia.

Terminó el liderazgo de un gobernante popular, que violentando la ley, quiso quedarse en el poder y lo rechazó la ciudadanía. La obsesión por quedarse más allá de sus tiempos y periodos pierde a más de un mandatario latinoamericano —como demuestra en tiempos recientes, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, y hasta Brasil, aunque por vía electoral.

Lo ocurrido en Bolivia, es una precedente para América Latina. La tentación de distintos mandatarios latinoamericanos de perpetuarse en el poder, los ha llevado a construir instituciones a modo, y a pesar de que llegaron con apoyo popular, lo han ido perdiendo por la manera en que actúan para reelegirse una y otra vez. La clave es mantener el marco constitucional y jurídico para mantener en la paz en un país.

A menos de un año que del ejecutivo Federal en nuestro país, observamos cómo van debilitándose los contrapesos del gobierno; el presidente refuerza su estrategia para vulnerar los organismos autónomos, el sistema de partidos, las organizaciones civiles, los medios de comunicación y la división de poderes; y que tiene como objetivo debilitar cualquier contrapeso a su gobierno.

Las incongruencias del gobierno federal, generan confusión e impide que haya en México un debate racional a partir del conocimiento. Los pronunciamientos temerarios, distraen y obstruyen un análisis que permita tomar decisiones correctas.

Algunos conocedores hacen un análisis sobre los golpistas, dicen que antes los golpistas estaban afuera y hoy están dentro. Llegan por vía democrática y, entonces, destruyen la estructura de libertades y acceso al poder. Fue el caso de Fujimori, de Chávez, de los Ortega, de Correa, en Ecuador, y de Morales. Poco tiene esto que ver con derecha o izquierda o con los conservadores y liberales. Observemos las distintas fórmulas que facilitan la perpetuación en el poder: la reelección controla desde dentro, la desaparición de opositores o la modificación constitucional. Permanecer años en el poder es muy tentador.

Para quienes pensamos distinto al gobierno ineficaz e incongruente, que toma decisiones por meras ocurrencias como la revocación de mandato, la ley Bonilla, la concentración de poder, los múltiples ataques a la prensa, la polarización sistemática, demasiadas coincidencias, el reto es construir entre todos una propuesta diferente para el 2021.

No perdamos de vista lo ocurrido en Bolivia, aporta lecciones aquellos que apuestan por la pérdida de las instituciones, o de quienes, estando al frente de las instituciones, se vuelven subordinados de los presidentes.

Ex presidente municipal de Querétaro y ex legislador. @Chucho_RH

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