No podemos negarlo, la mera asociación entre las personas jóvenes y el ejercicio de una sexualidad liberada de prejuicios y placentera nos causa inquietud. En este sentido, muchas veces censuramos a las y los jóvenes que se apartan de los patrones tradicionales, que deciden seguir caminos distintos a los de los padres y madres y, aún más, que deciden relacionarse sexual y afectivamente de maneras libres y responsables, en esquemas distintos a los de las parejas convencionales o los modelos heterosexuales y heteronormados. He aquí una fuente de potencial discriminación: como nos atemorizamos del potencial vital y subversivo de la crítica que realizan las y los jóvenes a la tradición con sus formas novedosas y renovadas de entender la sexualidad, les reprimimos, les negamos derechos, les consideramos poco confiables y peligrosos para justificar un trato inequitativo y paternalista.

No obstante, cada vez nos percatamos más de que la única forma de proteger a las personas jóvenes de los riesgos asociados al ejercicio de la sexualidad es brindarles información, dado que ellos y ellas no pueden –no deben– permanecer siempre bajo la tutela de sus padres y madres. Ellos y ellas tienen que enamorarse, experimentar acerca del placer y la sexualidad con los cuerpos que elijan de manera libre, al margen de la violencia y con responsabilidad, y esto no les tiene que acarrear prejuicios y estigmas discriminatorios. Se ha demostrado que las y los jóvenes con mejores contextos de educación sexual no sólo retardan el inicio de su vida sexual, sino que son menos propensos a contraer infecciones de transmisión sexual y al embarazo adolescente. De acuerdo con la Encuesta Conocimiento, actitud y prácticas de anticoncepción, realizado por el Centro Latinoamericano “Salud y mujer” en 2013, en México, 38% de las personas entre 10 y 19 años tienen una vida sexual activa, habiéndola iniciado en promedio a los 15 años de edad y una tercera parte lo habría hecho antes de cumplir los 14. Este mismo instrumento señala que, del total de embarazos adolescentes producidos en nuestro país, el 23% eran mujeres menores de 14 años. Esta situación de precariedad respecto del ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos por parte de las personas jóvenes a nivel nacional también se refleja en nuestra entidad. De acuerdo con la Secretaría de la Juventud de Querétaro, se registran 7600 embarazos adolescentes cada año.

El pasado 13 de agosto, en el marco de la celebración del Día Internacional de la Juventud, la Secretaría de Salud publicó en el Diario Oficial de la Federación la Norma Oficial Mexicana 047, relacionada con el derecho a la salud de las personas entre 10 y 19 años. Su propósito es fijar los criterios a seguir para otorgarles atención integral a la salud, la prevención y el control de las enfermedades prevalentes, con perspectiva de género, pertinencia cultural y de derechos humanos. Entre otras disposiciones, esta Norma obliga a proporcionar información en materia de sexualidad y reproducción humanas a las y los jóvenes con calidad y calidez, brindando servicios de consejería, apoyo psicológico, medidas de promoción y prevención, así como la referencia al nivel de atención que sea adecuado para la atención integral a la salud, el diagnóstico, el tratamiento y los cuidados específicos. De acuerdo con esta Norma, las y los jóvenes deberán recibir información para la prevención de las infecciones de transmisión sexual y el embarazo, así como para el ejercicio de una sexualidad segura, responsable y libre de violencia, asegurando el Estado que dicha información esté basada en evidencia científica y se preste sin la mediación de la voluntad de las madres y los padres. Es mi convicción que la aplicación de la Norma acarreará bienestar, seguridad y libertad para que las y los jóvenes ejerzan sus sexualidad de manera plena y sana, sin que ello les acarree discriminación, exclusión o violencia. No podemos hacer menos por ellos y ellas, porque si no lo hacemos así, seguiremos perpetuando esa actitud paternalista y discriminatoria que tanto les daña y entorpece su desarrollo pleno hacia la vida adulta.

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