Pese a la mediocridad de Chivas y Cruz Azul, eliminados para entrar a la Liguilla, de la intermitencia de Pumas, los bandazos de León y Necaxa, del sufrimiento de Lobos BUAP y Veracruz, la estabilidad llegó para los entrenadores en el Clausura 2018.

Las decisiones viscerales pasaron de moda —por lo menos en este torneo— y encontramos una competencia que, en el parón de Fecha FIFA, mantendrá a 17 de los 18 entrenadores que iniciaron, toda una marca para el futbol mexicano. Solamente un equipo ha decidido cambiar de director técnico: el Atlas, que despidió a José Guadalupe Cruz en la jornada dos y contrató al eterno Rubén Omar Romano.

De mantener esta tendencia, se conseguirá una marca positiva: no despedir por una mala racha o por un ataque de histeria de algún directivo. Bien o mal, pero estarán manteniendo sus proyectos. Los torneos con menor número de despidos fueron el Bicentenario 2010, cuando fueron cesados tres entrenadores: Luis Fernando Tena y Juan Manuel Álvarez (ambos de Jaguares) y José Treviño (Indios); también en el Clausura 2015 hubo tres: Carlos Barra (Monterrey), Ignacio Ambriz (Querétaro) y Alfredo Tena (Morelia).

Así que la crisis de Chivas con Matías Almeyda no propició un despido anticipado, aun con la llegada de Francisco Gabriel de Anda; seguramente, por continuar en la Concachampions. O la campaña gris de Pedro Caixinha con Cruz Azul, porque como lo trajeron en diciembre, sería prematuro despedirlo, pese al gran fracaso en la liga. Y así podemos seguir, porque cuando se tambaleó Ignacio Ambriz y ya hasta sustituto tenía, aprovechó la jornada triple y se afianzó en su puesto; lo mismo con Rafael Puente.

¿Sensatez directiva o casualidad? Muchos “buitres” sólo han merodeado a los equipos perdedores, grillando y esperando, aunque parece que en esta ocasión se decidió apostar a la continuidad.

No es el común denominador del futbol mexicano, que ha visto torneos en donde han despedido 16 entrenadores, como lo fue en el Invierno 2001. Una barbaridad; incluso, una gigantesca falta de respeto a la liga y sus aficionados.

Cuando viene una mala racha, los directivos —comúnmente— no asumen su responsabilidad y despiden al entrenador, por ser lo más sencillo, aunque la realidad es que —si fracasan— lo hacen todos, incluidos ellos y —por supuesto— los jugadores.

Así que la autocrítica debe venir desde la oficina principal del club, mismo sitio en donde se tomó la determinación de confiar en un entrenador para guiar al equipo.

Google News