¿Recuerdan el viejo cuento El Traje nuevo del Emperador escrito por Hans Christian Andersen? La moraleja de la fábula consiste en explicar que no por el hecho de que muchas personas crean que algo es verdad sus puntos de vista van a resultar ciertos. Hagamos memoria juntos:

Había una vez un rey muy prudente y cuidadoso que dispensaba una especial atención a su vestuario. Un día llegó a sus oídos la existencia de dos charlatanes que decían poder fabricar prendas invisibles para los estúpidos. Solo la gente inteligente podía advertir la calidad de los diseños. El rey de marras decidió mandarse hacer un traje a la medida con ese material novedoso. Toda la ciudad había oído hablar de la fabulosa vestimenta real y estaba deseando comprobar cuán estúpidos eran sus vecinos.

Los estafadores, instalados en las recámaras de palacio, hicieron como que ayudaban al emperador a ponerse la inexistente prenda y éste salió con ella en un desfile sin admitir que era demasiado inepto o estúpido como para poder verla. Los súbditos del pueblo alabaron la singular indumentaria temerosos de que sus vecinos se dieran cuenta de que no podían verla, hasta que un niño dijo:

“El rey va desnudo…”

El emperador escuchó el comentario y le concedió la razón al menor; sin embargo, levantó la cabeza y terminó el desfile con la debida dignidad.

¿Conclusión? La sociedad comparte la ignorancia colectiva de un hecho obvio, aun cuando individualmente reconozca lo absurdo de la situación. Es decir, una inmensa cantidad de electores mexicanos niegan una verdad obvia a pesar de la evidencia.

¿Por qué razón intitulé esta entrega Las verdades inútiles? Porque la imagen pública de López Obrador se ha consolidado de tal manera en las mentes de millones de mexicanos que lo han vuelto inmune a toda crítica o hecho, muy a pesar de la abrumadora contundencia de las pruebas. Supongamos que, dentro del contexto de un cuento político, se llegara a descubrir que López Obrador o cualquiera de sus familiares tuviera una cuenta secreta por varios millones de dólares en un paraíso fiscal en el mar Caribe. Supongamos que se exhiben las evidencias documentales de las transferencias electrónicas bancarias y se muestra la evidencia de los depósitos en los estados de cuenta a nombre de los titulares de los fondos. Cada probanza que acredita la verdad de los hechos está avalada por la fe pública de un notario. No hay salida ni exoneración alguna. Los cargos son contundentes y, sin embargo, el inculpado, el tabasqueño, derogaría la investigación realizada a fondo con un simple comentario: “Es un compló, una conjura de la Mafia del Poder, un golpe bajo de mis enemigos. Otro ardid de quienes están nerviosos y desean impedir mi acceso a la presidencia.” La comedia è finita…

De la misma manera en que nadie fue capaz de decirle al emperador del cuento de Andersen que iba desnudo por calle para no parecer estúpidos, quienes ya decidieron, pase lo que pase, votar por López Obrador no aceptan argumentos en contra, niegan la evidencia y no se atreven a criticar sus propuestas. Caso cerrado. A otra cosa…

Se sabe que AMLO intentaría gobernar con recetas extraídas del bote de la basura de la historia de las doctrinas económicas. Insiste en la burocratización de la energía, en revertir las llamadas “reformas estructurales”, que le reportarían al país aproximadamente doscientos mil millones de dólares de inversión extranjera, cuando Pemex y CFE ha sido el botín de políticos y ambas empresas se encuentran quebradas por despilfarros, ineficiencia y corrupción o todo junto. Propone erradicar mágicamente la putrefacción oficial por medio de una “República amorosa” inserta en una “Constitución Moral”, un despropósito verborreico.

Asegura que congelaría los precios de los combustibles importados sin tomar en cuenta los vaivenes monetarios; es decir, la depreciación del peso para adquirir las gasolinas en el exterior, mismas que podrían subir de valor de acuerdo a las cotizaciones internacionales del barril de petróleo. Quienes aprueban sus posiciones económicas o sociales también pagarán con sus impuestos o por medio de la contratación de deuda el desquiciamiento presupuestario. Otro embuste indigerible. López Obrador prometió duplicar los precios de garantía a los productores nacionales de maíz y mostró su más claro perfil populista cuando en Tabasco, su estado natal, invitó a la ciudadanía a abstenerse de pagar sus consumos de energía eléctrica y todavía adquirió una serie de camionetas para colocar “diablitos” en los cables conductores de energía eléctrica, sin ignorar que cuando los clientes de una corporación dejan de pagar sus adeudos adviene la ruina, como bien lo entendería un párvulo.

En un país de reprobados, López Obrador ha prometido derogar la Reforma educativa y regalar, obviamente sin trabajar, miles y más miles de millones de pesos a ancianos, madres solteras, estudiantes y desempleados, entre otras personas más que sin duda merecen las ayudas financieras; sin embargo, la realidad económica es impuesta por las limitaciones presupuestales, sin perder de vista que más de la mitad de la población se encuentra en la economía informal; es decir, que no paga impuestos, objetivo que debería ser prioritario en el mundo de la razón…

Asaltan los trenes en el Bajío, se roban miles de millones de litros de gasolinas de los ductos de Pemex, existen decenas de miles de muertos como consecuencia de los ajustes de cuentas entre narcos que envenenan a la sociedad y López Obrador promete no utilizar la fuerza pública para imponer el orden porque el pueblo es intocable y, por si fuera poco, asegura que amnistiará a los traficantes de narcóticos.

López Obrador y el emperador van desnudos por la calle y sus seguidores guardan silencio y aplauden su paso real hacia el abismo…

Se requiere la presencia de un niño que dé la voz de alarma. Las verdades ya son inútiles…

Twitter: @fmartinmoren

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