A Laura Casados, una gran mujer

El pasado 18 de septiembre, el Senado de la República aprobó y envió a la Cámara de Diputados el decreto que, de ahora en adelante, declara al 25 de octubre como Día Nacional de las Personas de Talla Pequeña. De acuerdo con estimaciones de las organizaciones civiles, en México existen aproximadamente 15 mil de ellas. Si bien aún existe un debate acerca de si la acondroplastia o displasia ósea que provoca variaciones en la complexión y estatura de las personas de talla pequeña constituye una forma de discapacidad, lo cierto es que la mayoría de ellas se ven obstaculizadas de acceder al ejercicio de derechos o el disfrute de las oportunidades a causa de los prejuicios y estigmas discriminatorios que las hacen aparecer como seres en permanente minoría de edad. Lo cierto es que las personas de talla pequeña –como ocurre con el caso de la discapacidad– son tan productivas y funcionales como cualquier otra persona, siempre y cuando el entorno no se constituya como un obstáculo para ellas.

Pensemos en la manera en que hemos construido los espacios públicos y privados. En promedio –y de acuerdo con un estudio realizado por la Cámara Nacional de la Industria del Vestido en 2012– el mexicano promedio mide 1.64 metros, mientras que la mexicana tiene de altura una media de 1.58 metros. Generalmente, la proporción de las puertas, los acceso a los servicios públicos, las casetas telefónicas, los cajeros automáticos, las ventanillas para realizar trámites públicos o los espacios comerciales están diseñados para que personas con estas alturas los utilicen. En el caso de las personas de talla baja ocurre que ellas tienen que enfrentar dificultades adicionales cuando quieren integrarse a estos espacios. Porque ni los espacios públicos ni los privados fueron pensados para albergarles, y aún más, existe una cultura pública que les hace motivo de desprecio. Simplemente, echemos un ojo a los medios de comunicación: cuando las personas de talla baja aparecen, no lo hacen generalmente como personas productivas y con estructuras familiares y afectivas como el resto de la población, sino como seres descontextualizados y carentes de tridimensionalidad.

Adicionalmente, las personas de talla pequeña pueden experimentar discapacidades o afectaciones asociadas a su condición: conforme ellas envejecen, sus miembros resultan mas sensibles a los esfuerzos o variaciones bruscas en la movilidad, pueden presentar anomalías cardíacas o respiratorias, o simplemente empiezan a requerir apoyos para transitar al mismo ritmo que cuando lo hacían más jóvenes. Por eso es que las personas de talla baja necesitan del acceso a la salud y la rehabilitación sin discriminación de manera permanente, junto con el resto de derechos que configuran una vida de calidad. Pero esta situación también nos alerta acerca de que las personas de talla pequeña pueden experimentar –y de hecho lo hacen– la discriminación interseccional: es decir, que ellas, además de a causa de su condición física, también pueden experimentar exclusión por el hecho de ser mujeres, niños o niñas, indígenas o migrantes. Ninguna estrategia de combate a la discriminación que ellas experimentan puede desplegarse sin considerar que su vulnerabilidad es producto del entorno, de las afectaciones a su salud acumuladas con el tiempo, de los prejuicios y estigmas discriminatorios, así como del diseño y preservación de un mundo que no fue pensado para ellas.

La institucionalización de un día nacional para conmemorar la lucha por la inclusión plena de las personas de talla pequeña constituye una oportunidad para valorar lo que hemos hecho a favor de ellas, y lo que todavía nos falta por hacer. La discriminación se justifica y naturaliza con base en la idea equivocada en el sentido de que el mundo tal y como está es un espacio igualmente habitable y accesible para todas y todos. Y esto no es cierto. Tenemos que pensar –como señaló el Subcomandante Marcos en su momento– en un mundo donde quepan muchos mundos, y esto tiene que incluir a las personas de talla pequeña, con una vitalidad y una productividad tan valiosa como la que más.

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