Durante esta semana, la revista Forbes nos sorprendió con el artículo: 6 de cada 10 ‘millenials’ dejarán su trabajo en 2020, y fundamenta su encabezado con estudios realizados por la firma Deloitte.

El espectro de las investigaciones alcanzó a delinear las razones por las que los miembros de mi generación (la mayoría de los estudiantes de México y el 18.2% de la población, según el censo realizado durante el segundo trimestre de 2013 por el Inegi). En este rubro encontró que las causas son la falta de oportunidades de desarrollo para su liderazgo y la percepción de ser ignorados por la alta dirección de las empresas que los emplean.

Por si esto fuera poco, los millenials no le concedemos demasiado valor al éxito económico de las organizaciones en las que decidimos colaborar; sino a su propósito, sus valores y a las oportunidades de desarrollo que pueden ofrecer. Ahora conozco, gracias a las clases de administración de la UAQ, que a esos elementos se les conocen como Desarrollo Organizacional (DO).

Que el Desarrollo Organizacional y todos los elementos culturales dentro de una empresa nos importen más que el salario o el valor de las acciones en los mercados de valores resulta incomprensible para las generaciones pasadas que hoy ocupan las posiciones de gerencia en las entidades económicas, creando una enorme barrera generacional que está afectando al mundo de los negocios.

Me preocupa lo mucho que se parece mi propio pensamiento con el delineado por los diversos teóricos de la Sociología que se han encargado de estudiar a los millenials como fenómeno geopolítico. Es difícil descubrir qué partes de tu filosofía de vida en realidad se transportan por el consciente colectivo y no son “únicas y especiales” como algunos te dijeron. La ventaja de ello es que les puedo contar lo que está sucediendo en nuestras cabecitas:

La mayoría de las organizaciones empresariales actuales giran alrededor de la cifra de utilidad anual producida durante el periodo anterior y punto. La misión y visión se hacen para colgarlas en el vestíbulo y que los posibles clientes e inversionistas vean que sí existen, aunque no se molesten en leerlas (por eso es importante imprimirlas y grabarlas en materiales y colores que combinen adecuadamente con el diseño de las instalaciones) y, como ya dije, eso no nos gusta mucho a los millenials.

Entonces, ¿qué hacemos? Ya nos han dado la respuesta en innumerables conferencias... Emprender. Subirnos a la ola del emprendimiento y ser por fin nuestros propios jefes.

La verdad, eso no es nada fácil.

Un emprendedor se tiene que preocupar del sistema organizacional, los costos de producción, el marketing, la figura jurídica, los recursos humanos, las condiciones macroeconómicas, los canales de distribución, las alianzas estratégicas y de cada uno de los pequeños detalles que estén cerca de una compañía. Un empleado solamente se beneficia de tareas mecánicas (por cierto, eso es gracias a las teorías administrativas de Eli Whitney, Frederick Winslow Taylor y Henry Ford).

¿Cuál es la solución? Hay muchas, la más divertida: ser freelance. Y para hacerlo recurrimos a nuestro recurso favorito, el glorioso internet.

Hay listas con más de 71 sitios donde puedes ofertar tus servicios profesionales independientes. Básicamente son mercados de servicios. Mis favoritas son: https://es.fiverr.com/ y https://www.upwork.com/.

Como ustedes sin duda ya se percataron, esto tiene consecuencias en ambos tipos de emprendimiento, puesto que, los que sí se lazan a construir organizaciones ya no dependen de trabajadores formales que estén cerca de ellos, sino que pueden contratar a freelancers profesionales.

Necesitamos adecuar la educación a estas nuevas condiciones, ahora.

Estudiante de la Facultad de Contaduría de la UAQ. @lui_uni

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