Hace algunos meses publicaba en este espacio semanal, #DesdeCabina, el impacto que las mujeres tienen actualmente en una diversidad de roles y posiciones en las que claramente se ve su mano y su capacidad, lo mismo dirigiendo grupos científicos, instituciones educativas, enseñando en una comunidad lejana a indígenas,  que atendiendo con diligencia a sus pacientes en las grandes orbes; también conduciendo con habilidad el rumbo de naciones o de importantes consorcios mundiales; ellas, las mujeres, sin lugar a dudas hacen nuestra vida mucho mejor, nos complementan y en algunas ocasiones nosotros los hombres las complementamos a ellas. Pero el punto no es hablar sobre el impacto de ellas como mujeres, sino voltear a ver que todas ellas fueron niñas, y es sobre esto que quiero escribir en mi reflexión semanal en razón del pasado 11 de octubre #DíaInternacionalDeLaNiña.

Hoy las niñas del mundo viven escenarios de contrastes en pleno siglo 21. Están aquellas infantes cuya condición social y lugar de nacimiento determina literalmente su futuro, con quien se casarán, la religión que profesarán y el rol que jugarán en la sociedad en términos generales. Aún existen países donde la condición de ser mujer es sinónimo de sometimiento e incluso vejación física a temprana edad, cuando aún son niñas. En otras regiones del mundo las infantes tienen oportunidades del mismo modo que los niños, tienen la posibilidad de involucrarse en actividades artísticas, deportivas y de ciencias a la par que el género masculino, posibilitando su acceso desde pequeñas a un desarrollo pleno lejos de la exclusión asociada al género.

Hoy ser niña —veía una pictografía publicada por un divulgador y empresario mexicano experto en consultas quien a su vez la extrajo de motherbloger.com—, no debe ser sinónimo de quedarse en casa sin estudiar, de permanecer en la cocina,  de solo jugar con muñecas, o quedarse callada porque así se ve más bonita; no tiene que ser considerada princesa y servir más o menos por saber usar un trapeador, o peor aún, el “darse a respetar” porque si no abusan de ella, y una infinidad de aseveraciones machistas relativas a la “diferenciación” de la mujer desde niña. Muchos hemos caído en este tipo de trampas y paradigmas. ¡No puede ser!.

Ellas, las niñas, tienen derecho a decidir que quieren ser, tienen derecho a buscar aquellos caminos que las hagan independientes, caminos que, con la ayuda de sus padres, maestros y compañeros, habrán de construir valores como la responsabilidad, aprecio por la vida, cuidado del planeta, respeto a los demás, de la misma manera en que los niños deben hacerlo, con plena consciencia de que la igualdad no es un tema machista o feminista o de otras definiciones de género en los diversos grupos que hoy tienen ya un lugar en la sociedad, sino desde una posición igualitaria en la ámbito de las diferencias físicas de género, que complementan de ida y regreso a hombres y mujeres.

No debemos de perder de vista que esas niñas, que hoy se desarrollan entre nosotros, que se divierten y disfrutan, pero también sufren a lado nuestro; que nos cuestionan y retan todos los días, incluso en mayor medida que los niños; esas niñas que luchan por sobresalir y hacerse de un lugar, de una posición en la sociedad, algún día no muy lejano serán mujeres, quienes pueden cambiar al mundo del mismo modo que cualquier hombre. Construyamos los escenarios para darles su lugar, a las niñas del mundo.

Rector de la UNAQ

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