Stormy Daniels es una actriz porno, que tuvo una relación con Donald Trump. Cuando él se convirtió en presidente de Estados Unidos, le pagó para que callara sobre ese hecho. Ella aceptó pero después se arrepintió y salió a contarlo todo y hasta a demandarlo, como si no supiera que nadie la tomaría en serio precisamente por su ocupación. Hace algunas semanas un juez federal rechazó una de las demandas y la obliga a pagarle casi 300 mil dólares al mandatario.

Christine Blasey Ford, es una doctora en psicología y profesora en universidades de California, que denunció al hombre propuesto por el presidente Trump para la Suprema Corte de Justicia de ese país, por haberla acosado sexualmente cuando tenía 17 años, como si no supiera que algo que sucedió hace más de 40 años ya no tendría impacto. De todos modos el Senado decidió nombrar magistrado a Brett Kavanaugh y en cambio ella tuvo que abandonar su casa y su empleo por las amenazas de muerte que ha recibido y por el acoso brutal a su familia.

Kate del Castillo es una actriz mexicana que vive en Estados Unidos y se entusiasmó cuando un actor famoso la invitó a conocer al narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán, como si no supiera que ese hombre estaba siendo buscado por las autoridades mexicanas y que era ilegal encontrarse con él. Pero cuando fue descubierta, en lugar de reconocer su error, convirtió al asunto en persecución política del gobierno contra ella e incluso ha dicho que va a demandar a la Procuraduría General de la República por muchos millones de dólares.

Loretta Ortiz es una abogada a quien Andrés Manuel López Obrador encargó organizar los foros de pacificación y reconciliación en los que se escucharía a las víctimas y a sus familiares y a partir de eso se elaboraría la estrategia de seguridad. Pero fracasaron y tuvieron que ser suspendidos. Entonces la puso en la terna para la Suprema Corte de Justicia de la Nación, un cargo que no puede ser asignado a nadie con militancia partidista, por lo cual ella renunció al partido Morena del que fue fundadora, en una actitud que recuerda a la de aquellas esposas que quieren ser candidatas a suceder a sus maridos en la presidencia o en alguna gubernatura y entonces se divorcian y hasta se salen de la casa para hacernos creer que no tienen nada que ver con esos señores. De todos modos el Senado eligió al único hombre que había en la terna, y ella se quedó sin chamba y sin partido.

Sasil de León es senadora, presidenta de la Comisión que entrega la medalla Belisario Domínguez. En la ceremonia del año pasado, dedicó la mayor parte de su discurso a echarle flores al presidente de México y apenas si mencionó al ganador de la presea, lo cual fue tan oportunista que en lugar de ser aplaudido se convirtió en vergonzoso.

Claudia Rivera Vivanco es presidenta municipal de Puebla. Ganó la elección por la coalición Juntos Haremos Historia, la cual perdió la gubernatura y también la impugnación que hizo de las elecciones. Rivera acudió al primer acto público de la entonces gobernadora panista, argumentando, con razón, que la capital del estado no podía tener problemas con el Ejecutivo, a raíz de lo cual la presidenta del partido Morena la insultó todo lo que quiso. Pero ahora que la gobernadora falleció, la mujer ha quedado descobijada, ni un lado ni el otro están con ella.

Estas mujeres fueron ambiciosas, querían dinero, poder, fama o lucimiento y se jugaron todo por conseguirlo. Pero no lo lograron. Todas perdieron. ¿Por qué? Porque no tienen el suficiente poder. Y no lo tienen, precisamente porque son mujeres.

Pero, si alguna lección podemos sacar de estos ejemplos, es que aventarse contra los poderosos es muy importante y necesario, pero hay que saber que ellos no se van a dejar. Esto vale igual para el #me too que para los cargos políticos o para terminar con el huachicoleo.

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