San Cristóbal de las Casas es conocido por muchas cosas, pero no por balaceras entre criminales. O no lo era hasta esta semana, cuando unas bandas de pistoleros intercambiaron tiros y sembraron pánico a plena luz del día, presuntamente para obtener el control de un mercado. La balacera dejó al menos un muerto y una estela de terror en la ciudad.

¿Qué lecciones podemos extraer de este incidente? ¿Qué nos dice que algo así suceda en un importante centro urbano, ubicado en uno de los estados con mayor presencia federal del país? Van unas reflexiones a bote pronto:

1. La batalla por el mercado no es producto de la casualidad ni sucede en un vacío. Este grupo conocido como “Los Motonetos” existe al menos desde mediados de la década pasada. En el último año, se han multiplicado los incidentes graves que lo involucran. En octubre pasado, una movilización amplia de esa banda acabó a tiros, provocando la muerte de una niña de 7 años. En diciembre, secuestraron a dos funcionarias del gobierno estatal, así como a una menor, para exigir la liberación de algunos de sus compañeros detenidos. En marzo, participaron en una riña masiva que dejó a tres personas heridas. Los reportes de extorsiones y robos vinculados a este grupo han ido en ascenso. Entonces no llega (o no debería de llegar) como sorpresa lo sucedido esta semana.

2. En Chiapas, hay un serio problema de coordinación entre niveles de gobierno. Según el alcalde de San Cristóbal de las Casas, Mariano Díaz Ochoa, la policía municipal no actuó porque “estamos rebasados, nos rebasan en elementos y en armamento”. Muy bien (o muy mal), pero ¿cuál es la excusa de la policía estatal o la Guardia Nacional (GN) o el Ejército que tardaron más de cuatro horas en llegar a la zona de la balacera? ¿Por qué no se activó algún protocolo de emergencia? Esta negligencia es particularmente seria cuando se considera que no es la primera incursión masiva de “Los Motonetos”. Aquí hay un fracaso colectivo indudable de los tres niveles de gobierno que de milagro no acabó en tragedia mayúscula.

3. La simple presencia federal tiene efectos disuasivos muy limitados. A enero de 2022, la GN tenía 3,947 elementos desplegados en Chiapas, convirtiéndola en la séptima entidad  con más personal (en términos absolutos). Hay además infraestructura: la GN cuenta con 12 cuarteles en la entidad, incluyendo uno en el propio municipio de San Cristóbal de las Casas. A esto hay que sumarle la nada despreciable presencia del Ejército y la Marina. Y nada de eso parece haber sido suficiente para disuadir a algunas decenas de pistoleros. Esto me parece un aprendizaje importante: sin prioridades operativas ni claridad estratégica ni voluntad de acción, la GN (y el resto de las fuerzas federales) está de adorno. En ese contexto, el número de elementos desplegados y el número de cuarteles construidos son métricas irrelevantes.

4. Lo que llamamos genéricamente “crimen organizado” es mucho más complejo de lo que a menudo imaginamos. La mayoría de los grupos armados en el país son más como “Los Motonetos” que como el Cártel de Jalisco Nueva Generación. Son grupos criminales con alcances municipales o regionales, dedicados más al expolio que al tráfico a gran escala.

Uno supondría que esto daría para una investigación cuidadosa y una reflexión seria sobre lo ocurrido. Uno lo supondría, pero uno se equivocaría: lo más probable es que no pase nada.

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