“Razona así el egoísmo/del siglo razonador, /y así vamos por vapor/y en línea recta al abismo. / Fe en sapiencia nombres vanos, /como hogaño, no eran antes: /hoy presumen de gigantes/ hasta los tristes enanos. / Hoy ya no inspira entusiasmo lo serio, sino el can-can, (sic)/ y en leal consorcio van/ la duda y el sarcasmo.” (Tradiciones peruanas.-Barcelona, Casa Editorial Maucci 1906; de Ricardo Palma en misiva de respuesta hacia algunos de sus críticos).
Las ganas de creer para una gran parte de México, Latino América y El Caribe (volveremos al tema), encierran en un gran porcentaje de su esencia; un acto de fe. Un milagro. Perteneciente a la metafísica. Y de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española en una de sus definiciones: “Modo de discurrir con demasiada sutileza en cualquier materia”.
La obra principal del filósofo alemán Immanuel Kant que representa lo que ha sido el período histórico de la Ilustración, éste es sin duda Kant y, concretamente, su obra más universal, la Critica de la razón pura. Con este libro emprende una crítica tan sistemática como demoledora a la metafísica (las ganas de creer) o, para mayor exactitud, a los argumentos con que se sostiene la metafísica tradicional. En realidad, la Crítica de la razón pura se presenta como preparación de un riguroso sistema filosófico que Kant no llegó a elaborar. Pero el ejercicio crítico contenido en este libro es una cumbre del esfuerzo intelectual por el rigor, un ejercicio en el que son tan impresionantes los derribos que lleva a cabo como los caminos que abre a la reflexión filosófica. De ahí que siga siendo una permanente e indispensable fuente de ideas que explorar y debatir y es aquí en donde hoy en día, se insertan de nuevo: las ganas de creer.
Como apunta Luis Bredlow en su obra Kant Esencial “No quiere decir en otras palabras que sea siempre y necesariamente la experiencia la que hace que el conocimiento sea conocimiento,”. Es una hipótesis viable que el conocimiento empírico se componga de impresiones (las ganas de creer), y por producciones de nuestra propia facultad de conocer procediendo de manera independiente. Ante ésta posibilidad resulta necesario indagar acerca de la existencia de éste posible conocimiento a priori diferente del empírico que es siempre a posteriori. Kant define aquí a priori como aquello “que es absolutamente independiente de toda experiencia, no el que es independiente de ésta o aquella experiencia” este es el concepto a priori puro ya que no se ha añadido nada empírico. Aunque existen ciertos principios a priori que se derivan de la experiencia en general como el conocimiento que una casa se caerá si derribas los cimientos o el conocimiento que todo cambio tiene una causa.
Debemos buscar el criterio (las ganas de creer), para separar el conocimiento puro, no derivado en ningún caso de la experiencia, del conocimiento empírico. El conocimiento empírico nos proporciona proposiciones aunque ninguna de ellas sea verdadera (las ganas de creer), teniendo esto en cuenta podemos afirmar que si una proposición se nos presenta como necesaria es a priori. Además, la experiencia no se encuentra capacitada para formular proposiciones estrictamente universales, sino que, son siempre derivadas de la inducción, son arbitrarias extensiones de la validez.
Así pues “si se piensa un juicio con estricta universalidad, es decir, de modo que no admita ninguna posible excepción, no deriva de la experiencia, sino que es válido absolutamente a priori.”
El 6 de marzo de 1994, Luis Donaldo Colosio Murrieta, en El Monumento a la Revolución expresó: “No queremos candidatos que, al ser postulados, los primeros sorprendidos en conocer su supuesta militancia, seamos los propios priístas. (Se equivocó en sus ganas de creer). Yo veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su cultura y de que están dispuestas a creer, a participar, a construir nuevos horizontes.
Yo veo un México de campesinos que aún no tienen las respuestas que merecen. He visto un campo empobrecido, endeudado, pero también he visto un campo con capacidad de reaccionar, de rendir frutos si se establecen y se arraigan los incentivos adecuados. Veo un cambio en el campo; un campo con una gran vocación productiva; un campo que está llamado a jugar un papel decisivo en la nueva etapa de progreso para nuestro país.
Yo veo un México de trabajadores que no encuentran los empleos ni los salarios que demandan; pero también veo un México de trabajadores que se han sumado decididamente al esfuerzo productivo, y a los que hay que responderles con puestos de trabajo, con adiestramiento, con capacitación y con mejores salarios. Yo veo un México de jóvenes que enfrentan todos los días la difícil realidad de la falta de empleo, que no siempre tienen a su alcance las oportunidades de educación y de preparación.
Jóvenes que muchas veces se ven orillados a la delincuencia, a la drogadicción; pero también veo jóvenes que cuando cuentan con los apoyos, que cuando cuentan con las oportunidades que demandan, participan con su energía de manera decisiva en el progreso de la Nación. Yo veo un México de mujeres que aún no cuentan con las oportunidades que les pertenecen; mujeres con una gran capacidad, una gran capacidad para enriquecer nuestra vida económica, política y social.
Mujeres en suma que reclaman una participación más plena, más justa, en el México de nuestros días. Yo veo un México de empresarios, de la pequeña y la mediana empresa, a veces desalentados por el burocratismo, por el mar de trámites, por la discrecionalidad en las autoridades. Son gente creativa y entregada, dispuesta al trabajo, dispuesta a arriesgar, que quieren oportunidades y que demandan una economía que les ofrezca condiciones más favorables.
Yo veo un México de profesionistas que no encuentran los empleos que los ayuden a desarrollar sus aptitudes y sus destrezas. Un México de maestras y de maestros, de universitarios, de investigadores, que piden reconocimiento a su vida profesional, que piden la elevación de sus ingresos y condiciones más favorables para el rendimiento de sus frutos académicos; técnicos que buscan las oportunidades para aportar su mejor esfuerzo. Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”. (Se equivocó en sus ganas de creer), empero no se equivocaron quienes (plural) por sus ganas de creer lo mataron. (Continuará).