“El síndrome de Procusto” lo pudo observar y dilucidar con precisión en Querétaro. Síndrome del cual por supuesto no se puede demandar  exclusiva o titularidad alguna, pues lo encontramos en muchas sociedades a través de lo largo y ancho del mundo e historia.


 “El hombre teme todo lo que desconoce, y de ello, más que nada, teme al  futuro y a la muerte… el hombre primitivo recurrió a inventar poderes sobrehumanos para que lo ayudasen en su predicamento… entre estos míticos [dioses]… dos: el que ayudó al hombre a conquistar el futuro y el dios que ayudó al hombre a dominar la muerte. Los griegos inventaron al primero… Prometeo… los egipcios al segundo: Osiris” se puede leer a estudiar la vida de Jesús en el libro de Henry Enoch Kagan: Seis que cambiaron al mundo. Moisés, Jesús, Pablo, Marx, Freud y Einstein; obviamente todos judíos.


El Estado de Querétaro se me ha revelado como un viejo, antiquísimo y bonachón abuelo, viviendo  con fortaleza y esperanza constante, entre lo que fue y será. Lo jala más el pasado que el presente y por lo tanto se olvida del futuro, al que desconoce por el miedo a la modernización, al cambio, al progreso y a su internalización, mismas que sólo encontramos en dos aspectos: El industrial y en el demográfico de los “de afuera”; separados, rechazados, condenados en principio al ostracismo, pero consientes éstos y testigos de que más allá de Conín, Corregidora, Hércules y Santa Rosa, existe otros mundos, diversas costumbres, otros seres humanos con diferentes formas de  vivir.


Querétaro posé “las ganas de creer” en un pasado que se ha ido,  empero ciertos naturales, no; en una sociedad cerrada (sólo parte de ella) que le teme a lo desconocido, a lo nuevo a lo que se encuentra en boga, salvo en lo que se refiere al inconmensurable mundo de las redes sociales, en donde podemos observar, como en otras sociedades, las fotografías subidas a Facebook, Twitter etc., en que se adoptan posiciones con “las ganas de creer” protagonizar planas de Vogue, Hola, People y hasta Playboy, sin olvidar el par de huevos rancheros en el desayuno, el café de la mañana, las cervezas o licores de la tarde-noche o los aberrantes “aquí, casualmente en el trabajo”. “Las ganas de creer” por la mayoría de los millennians, pensar lo anterior, como si obtuvieran el resultado de interés mundial en  dichas imágenes,  y ser dignas del Premio Internacional de mejor fotografía. 
“Las ganas de creer” en una sociedad observadora y la que proporciona el trato de extranjeros, aun cuando provengan de los demás estados de la República Mexicana, a quienes atribuyen el tráfico, los delitos, una lejana paz de provincia, olvidada o perdida.


Querétaro, escenario de la historia, protagonista de nada, a punto de asfixiarse en su cerrazón de no haber sido porque “los de fuera”, los obligaron a expandirse; es decir, obligados a fuerza a subirse en el tren de la modernidad para no estar condenado a la soledad histórica. Esas provincias viejas, antiquísimas y bonachonas abuelas, ya no existen; empero “las ganas de creer”, en que todo pasado fue mejor, prevalece, agravado por la falta de dignidad para saber envejecer (incluyendo algunos seres humanos).


Werner Sombart (1863-1941) en su libro El burgués derivado de la escuela histórica alemana, trató de renovar los estudios económicos y sociales en una dirección (aunque no la única): mediante el abandono de los supuestos de vinculación causal elementales y reduccionistas y el reconocimiento de la complejidad de las interacciones recíprocas entre niveles cualitativamente diferentes de la realidad. Algo de esto necesitamos con urgencia en nuestro país. México, salvo excepciones, no deja pasar oportunidad de expresión patriotera alguna; sentimentalismos vacuos y estériles. 
“Las ganas de creer” en que la culpabilidad y origen de todos nuestros problemas se deben a La Conquista, a nuestras autoridades o a potencias mundiales.


 “Las ganas de creer” en la función, conductas, posiciones y hasta la obligación en depositar en “la otredad” (Octavio Paz dixit) nuestro destino, ingresos y egresos e incluso trasladar en ella, en “la otredad”, las propias responsabilidades.


Gran parte de nuestro país, no puede o quiere ver la enorme problemática de Latinoamérica, Europa, Medio Oriente, India y diferentes latitudes. Para muchos mexicanos, los países que conforman estos sitios, se encuentran alejados, son distintos, algunos desconocidos y por eso, más le interesa la próxima fiesta, evento deportivo, la banda, la chorcha, the gang, la nota roja y nunca, la tremenda crisis del agua (por cierto recién algunos países árabes han descubierto debajo del Desierto del Sahara, la mayor disponibilidad de agua potable del mundo, volveremos a esto), de la migración, la discriminación; las amenazas del terrorismo, las guerras fratricidas, los retos de un nuevo sindicalismo, las nuevas tecnologías que amenazan, a quienes se niegan a capacitarse y adiestrarse en ciertas ramas, con la pérdida irremediable de sus empleos; el conflicto de las pensiones a nivel mundial. Ignoran que dentro de 15 o 20 años, nuestros hijos y nietos estarán obligados a elegir carreras profesionales o técnicas que aún no existen.

Las “cripto monedas” nuestra ausencia de una verdadera política diplomática y por lo tanto con el exterior; nuestra inserción en los mercados asiáticos y en la propia región. Autos, aviones y helicópteros eléctricos autónomos; la distribución en parte de la India con drones de más de 200 mil medicinas; todo esto, aún es ajeno para alguna parte de nuestras sociedades.


“Las ganas de creer”: “En [que] donde hay trabajo bien remunerado y garantías para todos, no hay rebeldes… [En] el mejoramiento humano por el trabajo y por la educación; fe en una sociedad que no necesite de las bayonetas, como parte esencial, para ser feliz” ¿Tema de campañas políticas actuales? No. Fue escrito en su libro: Méjico ante el mundo de Plutarco Elías Calles. Compilación de sus ideas en 1928; es decir, hace casi un siglo ¿y?


Desde luego, amigo lector, usted tiene una mejor opinión.


*Especialista en Derecho del Trabajo y Seguridad Social,  por la Universidad de Salamanca, España, Certificado  por el Notariado de la Unión Europea.

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