Las ganas de creer título  de la primera novela de Armando Ayala Anguiano (27 de mayo de 1928–15 de noviembre de 2013), periodista y escritor excepcional casi olvidado por el gremio y sus lectores; la escribió en Tijuana. Muy joven vivió en EE UU, París e Inglaterra.


De regreso a México y apoyado por el dueño del diario Novedades, don Rómulo O’Farrill Jr. funda en junio de 1963, la revista Contenido y te platico esto, pues Armando se caracterizó por ser un incansable luchador contra la corrupción, Ayala obtuvo el premio de la agencia española de noticias internacionales Efe en 1978 por su reportaje gigante “La mordida, vergüenza de México”; es decir, para quienes son llamados millennian nacidos de 1980 a 2000, conocen poco del autor o no lo conocen; empero los temas tratados, bien sea en medios de comunicación o en sus libros, nos hablan de la tremenda corrupción que desde los 60 azota nuestro país.


No es aquí el tiempo ni el espacio para introducirnos en sus escritos y hacer apología de ellos, empero si uno relee los mismos, concluimos con facilidad de que su tema principal la corrupción, sigue in crescendo y lo escrito por Armando, si uno no lee y no pondera la fecha, dejan la impresión de que fueron narrados hoy en día.


México, acosado por la violencia, corrupción, impunidad y preconceptos heredados desde la época de la Colonia, somos ciudadanos como hojas arrastradas por el viento nefasto de la conformidad, supina ignorancia, pasividad al extremo de que algunas personas de cualquier género, profesión, oficio; empresarios, campesinos, obreros, estudiantes, se asemejan al autismo social, mientras los entes del poder, los legisladores, federales y locales, los gobernadores, presidentes municipales (existen excepciones en todos ellos), creen ver a Dios cuando se paran frente al espejo. No tienen empacho en contener su diarrea verbal y como escribió, no recuerdo quién: “Expresan mentiras para un auditorio imbécil”. Al bautizado como pueblo; expresión vacua, inexacta, entelequia antigua, sólo le quedan Las ganas de creer, en un mesías, en que algún politiquillo de cuarta llegue al poder y le proporciones un trabajo, el que sea, para mamar de la teta del gobierno en sus tres niveles; Las ganas de creer, en nuevo dioses, repentinos e improvisados hieráticos sociales, con el estribillo fijo y vulgar de: “Ahora sí vamos a cambiar”; pulula la gente que no quiere ver la realidad; empero están pendientes y se saben de memoria los contendientes de nuestro país en el próximo campeonato mundial de futbol; es mejor arrodillarse ante ídolos de barro, para que les cumplan lo que ellos no se atreven a lograr o bien para esperar milagros.


La pobreza extrema es una lacra que durante años no hemos podido resolver y nuestros gobiernos actuales, en sus tres niveles, sin bien pretenden exportar pobres, para volvernos ricos, por sus remesas o exterminarlos negándoles mejores y más amplias oportunidades de educación, o arrebatándoles sus escasos ingresos para darlos a multimillonarios dueños de las afores, de vez en cuando realizan actividades de Papá Noel o de los Tres Magos y reparten despensas en los lugares en que predomina el partido político en que militan.


Los industriales, los dueños del capital, los inversionistas nacionales o extranjeros, expectantes ante un gobierno federal inmóvil ante agresiones verbales, económicas, financieras y de migración por la incertidumbre de si prevalece el TLC o no. Ya buscan tratados con Oriente y América del Sur. Una base trabajadora instrumento para el voto, carente de horizonte claro para resolver el gasto hogareño cotidiano; amas de casa que en más de una ocasión nos han dado ejemplo de su gran capacidad de ahorro y ampliación del propio gasto, que deberían de despachar en la secretaría de Hacienda y Crédito Público (desde luego, sin pretender llegar a la presidencia, pues ellas sí tienen muchas cosas que hacer), por su conducta excepcional y extraordinaria de estirar el dinero de $88.36 diarios.


Las ganas de creer, de los estudiantes, mismos que en todos los niveles, no reciben una educación acorde con La Cuarta Revolución del Progreso; La Era de la Digitalización y son receptores mentales de Historia, datos inservibles, añejos que sus “maestros” los hacen recitar como pericos Las ganas de creer, de los verdadero educadores, con vocación, entrega, profesionalismo, estudio, constancia, que asisten a la cátedra por su propensión a la enseñanza. Las ganas de creer, de los profesionistas recién egresados; los pocos, sino escasos con preparación en tecnologías modernas, informática, física, química, enfermería, medicina, arquitectura, quienes no encuentran trabajo y si lo hallan su sueldo no rebasa los 15k mensuales, al igual que tanto joven que regresa a México con tres especialidades, dos maestría y sendos doctorados en Derecho, que te valen un soberano cacahuate, pues al igual, no encuentran trabajo y si tienen suerte, entran a un despacho de quinta, donde si bien te va, recibes 5k al mes; o bien, te dan la oportunidad de dar clases en una universidad o tecnológico públicos en donde predomina también la corrupción, grilla barata, como resultado de  que los grupúsculos enraizados durante años, si es que te dejan entrar, te asignan un grupo de zombis. Las ganas de creer,  de los catedráticos en universidad o tecnológicos privados, creyentes, fanáticos de cualquier religión, en donde la asistente del director de cualquier carrera, concurren a todos los ritos de su culto y resulta que dicha “asistente lo es para todo”, con el final de quedar embarazada de un casado que se persigna a todas horas y reza con un fervor hipócrita. Las ganas de creer, por la existencia de verdaderas políticas en México, seguridad, certeza y honestidad en las épocas electorales. Las ganas de creer, de los campesinos, mismos que junto a trabajadores sindicalizados, utilizados, bajo amenazas en la votaciones. Las ganas de creer, por terminar con la impunidad, alimentada por ciudadanos embrutecidos con la televisión, la farándula, mismos que saben al 100% la vida y obra de la modelito de moda, y desconocen quiénes los representan en cargos de elección popular. Las ganas de creer, de las mujeres, hastiadas de acoso y hostigamiento sexual; Las ganas de creer, en un México mejor, con oportunidades para todos, no con limosnas. Las ganas de creer, que llegarán en 2077 gobernantes honestos para servir desde el puesto y  como abogado, no creo; empero tengo que creer en la Justicia”, pues el título de abogado no se sostiene con un clavo en la pared, se sostiene con trabajo, constante ética irreductible y pasión por la Justicia. (Continuará).


Desde luego, amigo lector, usted tiene una mejor opinión.

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