Recordemos que a la llegada de dos exiliados españoles, el Dr. Cándido Bolívar y el Dr. Federico Bonet, quienes fueron destacados entomólogos en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional (ENCB), fueron los que en la década de los 40 del siglo pasado, iniciaron el estudio de algunas especies de artrópodos que obtuvieron en cavernas de México, que a su vez marcó el inicio formal de la Bioespeleología (del Griego: Bios = Vida; Spelaion =caverna; logia = tratado o estudio) en México.

Ambos comenzaron a explorar diversas cuevas mexicanas, encontrándose un medio que prácticamente no había sido investigado por nadie, salvo por algunos pocos extranjeros. Sin embargo, el entusiasmo por las diversas expediciones realizadas por éstos investigadores, empezó a transmitirse hacia otros científicos, tanto del Politécnico como de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Entre los investigadores que continuaron conformando una historia de la Bioespeleología en México se pueden mencionar algunos de los más destacados como a Bibiano Osorio Tafall (ENCB), quién en 1943 publica sus hallazgos de organismos cavernícolas como Protozoarios, Anélidos, algunos Artrópodos como Crustáceos isópodos y decápodos.

En la década de los 50 y años posteriores destacan las aportaciones sobre Crustáceos de cuevas del Dr. Enrique Rioja y el Dr. Alejandro Villalobos, quienes eran investigadores del Instituto de Biología de la UNAM (IB-UNAM).

Un grupo de animales cavernícolas que llamaba mucho la atención de algunos especialistas fue el de los Peces de cavernas, sobre todo las formas que llegaron a perder los ojos, es decir, formas ciegas; entre éstos investigadores destacaron Fernando De Buen, Jorge Carranza, A. Solórzano y en particular José Álvarez (ENCB), quienes entre las décadas de los 40 y 50, y algunos años posteriores publicaron aspectos de morfología y ecología de estos Peces cavernícolas.

Pero, los Murciélagos son sin duda alguna uno de los grupos de animales cavernícolas al que mayor atención le han prestado muchos científicos mexicanos. Se han estudiado desde diversos enfoques, ya sea su ecología, rutas migratorias y también por su fauna asociada, ya sea endo o ectoparásitos. El primer investigador mexicano que se interesó por este grupo de mamíferos voladores fue el Dr. Liborio Martínez (1939, 1940), posteriormente en colaboración con el Dr. Bernardo Villa (ambos del Instituto de Biología de la UNAM –IB-UNAM [trabajos conjuntos entre 1940 – 1941]); pero fue este último investigador quién contribuyó durante más de 40 años de labor académica al estudio de los quirópteros (nombre castellanizado del nombre científico Chiroptera [del Griego Cheiron = mano y Pteron = ala]) mexicanos.

Otros investigadores que realizaron estudios de murciélagos entre las décadas de 60 - 90 fueron William López-Forment (IB-UNAM), Ticul Álvarez (ENCB), J. Ramírez-Pulido (Universidad Autónoma Metropolitana). Y en la actualidad destacan los trabajos de Rodrigo Medellín Legorreta (Instituto de Ecología, UNAM) y Héctor Arita Watanabe (Centro de Investigaciones en Ecosistemas, UNAM).

Muy interesante ha sido el estudio de la fauna parásita de estos quirópteros, sobre todo la de los simbiontes obligados, ya que han logrado adaptarse y evolucionar junto con sus huéspedes murciélagos. Esta asociación ha sido tan antigua, que por millones de años los parásitos de los murciélagos se llegaron a adaptar a diversos nichos del cuerpo de los murciélagos, como las alas, cuerpo, orejas, uropatagio, boca, entre otras zonas corporales. Por todo esto, muchos investigadores se interesaron por diversos grupos de parásitos.

Podemos mencionar entonces los trabajos de endoparásitos de murciélagos como Luis Mazzotti (1946), los de Eduardo Caballero que publicó en las décadas de los 40 y 60 sobre helmintos como los nemátodos, tremátodos y otros grupos asociados a quirópteros.

Pero en particular sobre los ectoparásitos, éstos  empezaron a ser estudiados por la Dra. Anita Hoffmann Mendizábal, donde describe algunas especies nuevas de ácaros ectoparásitos en las décadas de los 40 – 60; también existieron algunas aportaciones de la Dra. Isabel Bassols (ENCB).

Posteriormente otros investigadores continuaron en las décadas finales del siglo XX e incluso hasta nuestros días con el estudio de organismos cavernícolas, tomando como base las aportaciones de los precursores de la Bioespeleología mexicana, entre ellos podemos mencionar algunos como Alfonso Díaz-Najera  del Instituto de Salud y Enfermedades Tropicales, quién publicó hallazgos sobre alacranes, incluyendo formas cavernícolas (1975); la Dra. Lucia Taylor (Facultad de Medicina, UNAM), quién ha tenido aportaciones relevantes sobre el hongo Histoplasma capsulatum (agente causal de la enfermedad Histoplasmosis Pulmonar); José Palacios-Vargas (1980 en adelante [Facultad de Ciencias (FC), UNAM]) con trabajos sobre colémbolos y ácaros cavernícolas; Margarita Ojeda Carrasco, también con colémbolos (FC, IB-UNAM); Ignacio Vázquez-Rojas y Mercedes Guadalupe López Campos con trabajos generales sobre fauna cavernícola (FC-UNAM); Gabriela Castaño-Meneses con aportaciones a los insectos de cuevas y un servidor el que redacta esta columna J.B. Morales-Malacara con trabajos diversos sobre ectoparásitos de murciélagos y fauna de cavernas (1980 hasta la actualidad).

Adicionalmente cabe destacar, que derivado de la influencia de esos primeros investigadores Españoles, la Dra. Anita Hoffmann Mendizábal (FC-UNAM) reinició una segunda fase de sus investigaciones en cuevas a través de la formación de una “escuela” en Bioespeleología, por lo cual inició por primera vez en México en el año de 1977 un curso semestral sobre esta especialidad en la Facultad de Ciencias de la UNAM, dentro de la Licenciatura en Biología. La respuesta fue tan favorable y entusiasta por parte de muchos estudiantes, que algunos de ellos continuaron siendo los profesores de dicha cátedra, la cual se sigue impartiendo hasta el presente. Asimismo destaca, que derivado de diversas expediciones, la Dra. Hoffmann, junto con dos de sus discípulos y en colaboración con muchos de los estudiantes de dicho curso, se conformó en 1986 el primer Manual de Bioespeleología en México, libro que cuando fue publicado, su edición se agotó en poco tiempo.

Finalmente se puede mencionar que la Ciencia de la Bioespeleología en México, aunque nació en los años 40, se puede considerar como una ciencia relativamente joven, en virtud de que son pocos los investigadores que se atreven a penetrar y realizar investigaciones en las cavernas, por los propios peligros que puede representar el bajar a estos recintos subterráneos.

No obstante, la historia futura de la Bioespeleología en México, será escrita por la nueva generación de Bioespeleólogos que se formarán en las aulas de nuestra Universidad y otras instituciones…

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