Muchas y muy diversas son las ideas que se tienen acerca de cómo serán las ciudades del futuro, desde las visiones futuristas -que muestran autos volando a gran velocidad y con tecnologías muy avanzadas que permitirían vivir a la gente con grandes comodidades- hasta las escenas apocalípticas -que predicen, para un plazo no muy lejano, un panorama desolador, donde se ve una escasez extrema de los recursos básicos para la vida como el agua y los alimentos-, que han sido constantemente plasmadas en diferentes películas de ciencia ficción.

En la actualidad vivimos en un mundo convulsionado, con alarmantes indicadores que muestran una progresiva degradación de nuestro planeta, con una drástica disminución general de los recursos energéticos (no renovables), la producción de alimentos y el abastecimiento de agua. En la actualidad, más de tres cuartas partes de la población mundial, incluyendo a México, se concentra en áreas urbanas y se espera que esa tendencia se incremente de manera exponencial hasta alcanzar a más de 90 % para el año 2050, de acuerdo con una proyección realizada por la ONU en el 2010.

No es de extrañarse que eso ocurra considerando que en México las ciudades contribuyen con más de 80 % de la producción bruta del país siendo, así, sitios clave para el futuro de la economía. Es por ello importante pensar que las ciudades deben ser completamente sustentables, es decir, que sean espacios urbanos basados en la interacción de necesidades económicas, sociales y ambientales, en donde el desarrollo económico no comprometa los recursos naturales; en donde haya un acceso equitativo a los bienes y servicios colectivos de calidad para toda la población; y que esté gobernado en un sistema democrático y eficiente, que permita la cohesión social.

Debe existir un balance entre el crecimiento poblacional asociado al desarrollo industrial y económico, y los servicios que serán necesarios para satisfacer su sustentabilidad a futuro, principalmente, en lo concerniente al abasto adecuado de agua y con la calidad necesaria para su consumo directo y su uso para otras necesidades, así como en el suministro eléctrico y demás servicios municipales, además de atender a las condiciones del medio físico particular para evitar riesgos que amenacen a la población o la infraestructura de la ciudad.

Los fenómenos naturales que ocurren de manera recurrente con diferentes efectos, en cada caso particular, afectan la sustentabilidad de las ciudades. En este sentido, el cambio climático juega un papel fundamental que modifica y suele intensificar el efecto de dichos fenómenos, por lo cual es importante encontrar nuevas formas de planeación que optimicen el uso del espacio y promuevan que las ciudades estén mejor conectadas, sean mas accesibles y, estén mas protegidas y preparadas ante la acción de los diversos fenómenos naturales.

En necesario que las ciudades durante su crecimiento consideren mejorar las condiciones de vida de sus habitantes y que vivan en perfecta armonía con el medio ambiente, tal como lo ha señalado repetidamente Mario Molina, premio Nobel de Química 1995. Se requiere proponer planteamientos específicos sobre la adaptación de cada ciudad al cambio climático teniendo siempre como meta el lograr que las ciudades sean sustentables.

Un aspecto fundamental que definitivamente deberá tomarse en cuenta en estos planteamientos es lo que el Dr. Enrique Cabrero, director del Conacyt, ha definido como economía del conocimiento, en la que se destaca que el conocimiento y la innovación son los motores que permiten generar la prosperidad económica de las ciudades, regiones y países, ya que con ellos se incrementa la productividad y con ello el crecimiento económico, todo ello en un ámbito de sustentabilidad social, económica y del medio ambiente.

Sin duda, estos nuevos enfoques deberán ser incorporados en los nuevos planteamientos que pretendan lograr un funcionamiento más eficiente de las ciudades sustentables a futuro.

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