La violencia genera más violencia. Fue a partir de esa idea que se decidió que el gobierno del presidente Calderón es responsable de que ella hubiera aumentado de manera exponencial cuando se la quiso combatir. A partir de eso, el presidente López Obrador manda a los soldados, policías y guardias nacionales a enfrentar a los delincuentes sin armas y con órdenes de no responder a las agresiones.

Otro lugar común es el que sostiene que no es cierto que el país esté controlado por cárteles y traficantes de drogas, armas y personas perfectamente organizados, que eso es puro cuento: “Que los traficantes han estado subordinados al poder político y no disputan ni ese poder ni la dirección del Estado”, ya que éste tiene y mantiene todo el control. De esa idea deriva la que asegura que si el Estado no acaba con la violencia es porque no quiere pues no le conviene, ya que son los políticos los que más negocio hacen con el narcotráfico y la delincuencia organizada. De ser cierta esa hipótesis, con el cambio en el gobierno ya se habría terminado con esas complicidades y ya deberíamos ver una disminución importante de los hechos violentos, pero no es así.

Un lugar común más sostiene que la violencia no es tan grave como nos las quieren hacer creer los medios de comunicación, que lo que quieren es vender y además, siguen las instrucciones de EU sobre cómo se debe comunicar el problema, haciéndolo más grande de lo que realmente es. El objetivo de hacer las cosas así es el de despolitizar los conflictos domésticos y tapar la corrupción e ineficiencia y en lugar de eso, convertir al narco en el enemigo que amenaza a la sociedad en general y no solo a la élite gobernante.

Insisto: de ser cierto esto, habiéndose terminado esa mentira de la narrativa oficial y esa corrupción que la alentaba, tendríamos que estar viendo una importante disminución de la violencia en el país, pero no es así. En conclusión, si bien es poco tiempo para que el país esté completamente pacificado, de ser ciertas las hipótesis, ya se notaría algún cambio en las tendencias de la violencia y eso no ha sucedido. Más bien, los hechos de violencia han aumentado. Podemos concluir que ninguna de estas hipótesis ha resultado cierta. Lo que vemos en cambio es que los poderosos son los delincuentes y que ellos deciden cuándo, dónde y cuánto ejercen la violencia, así como lo que quieren decirnos a la sociedad.

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