La primera vez que tuve en mis manos material de lectura que hablaba de Charles Robert Darwin, el biólogo inglés y científico influyente que vivió a lo largo del siglo XIX y que sacudiera la opinión pública con sus estudios e investigaciones sobre la evolución biológica a través de la selección natural, era yo demasiado joven para dimensionar el profundo impacto que tendría en mí y en el gusto por los temas relacionados con la naturaleza. Así, sin pretenderlo a conciencia, me convertí en seguidor de los programas del investigador francés Jacques-Yves Costeau que se transmitían por televisión y, de igual manera, también conocer un poco de los que a lo largo de toda una vida ha hecho David Attenborough, pionero de los documentales naturales.

Seguramente ellos y muchos otros importantes personajes han sido fuente de inspiración y conocimiento para quienes hoy enfrentan los retos de un mundo, donde la humanidad ha trastocado el equilibrio de la muy delicada y compleja cadena que permite la vida interrelacionada de miles de especies animales y vegetales entre sí. Los seres humanos hemos tenido oídos sordos a los muchos reclamos de un planeta donde también hemos roto descaradamente y sin empacho alguno, muchos de sus frágiles equilibrios.

Desde los grandes mamíferos marinos y terrestres, hasta los más modestos insectos, pasando por los propios seres humanos, estamos inevitablemente ligados y al verse alterado el entorno, nos estamos apenas enterando de lo difícil que resulta el proceso de adaptación a los cambios para lograr sobrevivir y perdurar como especies. Algunas de éstas, de las que seguramente observó y conoció Darwin hace más de ciento cincuenta años, han dejado ya de estar presentes en este planeta, rompiendo con su desaparición hilos mucho más valiosos de lo que suponemos, en el sutil tejido del mencionado equilibrio. Los efectos que observamos en el cambio climático por el uso y abuso de materiales peligrosos, han propiciado grandes daños, algunos de ellos incalculables.

Apenas el pasado lunes se celebró el día mundial de las abejas, que conlleva el interés de alertar a las sociedades sobre la importancia de cuidar y proteger, entre muchos, a los agentes polinizadores para que garanticemos la biodiversidad y tengamos mayor certeza en la producción de muchos de los alimentos indispensables para la supervivencia de la gran mayoría de los seres vivos. Múltiples acontecimientos de diversa índole en nuestra realidad cotidiana, nos hace pensar que estos temas son secundarios y pudieran considerarse inclusive irrelevantes. Sin embargo, es también importante que además de visualizar el impacto de los efectos, pensemos también en que las empresas vinculadas al tema tengan la oportunidad de un proceso de adaptación y cambio a las nuevas necesidades y realidades que van marcando nuevas pautas en lo cotidiano. La investigación sobre el uso de materiales biodegradables, la generación de conciencia sobre el cuidado del entorno, la aplicación de criterios y políticas por parte de los actores de una sociedad en su conjunto, son elementos que debemos acelerar para que la implementación de soluciones conlleve los menores costos posibles y fortalezca el interés y el valor de las soluciones.

Ojalá y muchas de las campañas y acciones encabezadas por empresas e instituciones, en favor del cuidado y la protección, no obedezcan solo a una moda o a otros propósitos colaterales.

Realmente hoy se requiere de un mayor compromiso, de más conocimiento y de la visión de un planeta a la altura de las nuevas generaciones, donde la modernidad sea útil para que alcanzar una mayor calidad de vida con pleno sentido y valor de trascendencia y además el entendimiento claro que tan solo compartimos este planeta y sus recursos temporalmente, mientras la vida nos lo permita, en cualquier punto de la geografía y de este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

Google News