Hay lugares tan remotos en el mundo, que pocas veces siquiera imaginamos visitarlos y conocerlos. Permanecen tan lejanos a nuestro entorno y nosotros a ellos, hasta que un libro, un documental, una búsqueda en  Internet o una oportunidad de estar ahí se nos presenta y entonces nos enteramos de su cotidiana realidad y qué es lo que les caracteriza despertando en nosotros ese interés, que tan sólo requiere de un leve estímulo para aceptar la invitación a aventurarnos en su geografía. El ejercicio de la fotografía me ha permitido conocer tan sólo unos pocos, pero ya forman parte de los recuerdos imborrables de mi vida.  Uno de esos lugares es Alaska, el estado ubicado más al norte de los Estados Unidos y me resultó aún más interesante cuando leí en alguna parte su slogan, que dice: “La última frontera”, que lo describe con veracidad. Su nombre significa tierra grande y su bandera  sobre un fondo azul, la visten las estrellas de la constelación de la Osa Mayor y en la esquina superior derecha, la estrella polar. El 30 de marzo de 1867, Estados Unidos compró Alaska al imperio ruso por 7 millones 200 mil dólares y en  el año de 1959, este lugar fue finalmente aceptado como el 49º estado de los Estados Unidos de América.

Conocer sobre un lugar que tiene una vocación estrechamente ligada con la naturaleza y sus condiciones extremas, te invita a reflexionar sobre la supervivencia y la importancia de continuar adelante, como este ejemplar de águila calva que sabe, aún con la marea baja en su espléndido paisaje, que hay que aprovechar la próxima oportunidad de pescar, actitud que también debemos asumir quienes llevamos el sustento a casa, en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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