Caen, una tras otra, las plazas detenidas por el Califato, pero no se le ve fin a la tragedia siria que empezó hace casi siete años. El conflicto, que oponía al principio el poder del clan de la familia Asad a un movimiento con aspiraciones democráticas (la mal llamada “primavera árabe”), ha cambiado de naturaleza, surgieron muchos actores nacionales e internacionales, como una parvada de buitres que se lanzan sobre un cuerpo herido. Ciudades devastadas, economía en ruina, 500 mil muertos y desaparecidos, cinco millones de exiliados, siete millones desplazados adentro de Siria, tal es el saldo provisional del “invierno árabe” en este desdichado país que contaba con 22 millones de habitantes en 2011. Atrapados entre muchos fuegos, todos mortíferos, los civiles tuvieron que escoger: la huida o la muerte.

Tres millones de refugiados sirios en Turquía, un millón 200 mil en el pequeño Líbano, o sea la cuarta parte de la población, 660 mil en Jordania, 250 mil en Irak. Esas cifras oficiales de la ONU no toman en cuenta los que no se registraron y tampoco los refugiados palestinos e iraquíes de Siria que pasaron a Líbano. Para los países-refugios, la carga no es proporcionalmente la misma; la población de Líbano aumentó bruscamente una tercera parte, como si nuestro México recibiera de repente 40 millones de personas… En Turquía, con sus 80 millones de habitantes, los tres millones de fugitivos representan 3.75% de la población; en Jordania, 7%. Es un milagro que Líbano, que se encuentra de por sí en una situación política muy peligrosa, no haya tronado. La hospitalidad libanesa es más admirable aún si uno recuerda que durante treinta años, su país ha sido bombardeado, invadido, ocupado por el ejército y los temibles servicios de seguridad sirios; ciertamente, los libaneses saben distinguir entre el régimen de Damasco y el pueblo sirio. Esa hospitalidad es una antigua tradición, bien lo saben los armenios, los palestinos y cuantas minorías étnicas y religiosas del Medio Oriente.

¿Será laica la Siria restaurada, si es que alcanza la resurrección?

Después del choque de todas las barbaries, incluidas, desde luego las aviaciones rusa y norteamericana y los combatientes shiitas y sunnitas venidos de todas partes, ¿Cuál esperanza? Gilbert Achcar, marxista libanés, profesor en Londres, dice que no hay que ser iluso: “El hombre que preside la delegación de la oposición armada a Assad es igual de siniestro que Assad, no me gustaría encontrarme en una celda con él”. Pesimista, dotado de una larga memoria histórica de militante (desde 1967, en Líbano), no renuncia a la esperanza de que, algún día, surjan” las fuerzas de emancipación necesarias para romper un bloqueo histórico insoportable”.

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