Bernardo se fue a Veracruz para jugar fútbol. Ahí, según él mismo contó a sus padres, fue abusado sexualmente por Ángel Fuentes Olivares, quien además de ser representante de jugadores, trabaja en la fiscalía en Boca del Río. Fue su mamá, Alejandra Cerón, quien compartió esta dolorosa historia en el Senado durante el Foro contra la violencia sexual hacia niños, niñas y adolescentes: “supimos de muchos niños que pasaron por lo mismo y por el miedo se quedaron callados. Mi hijo tuvo la valentía de acercarse con nosotros y de denunciarlo. Pero no ha servido de nada. Llevamos nueve meses y no hemos visto absolutamente nada de justicia.” Pasa el tiempo y no hay sentencia. Alejandra cuestiona la actuación del juez José Clemente Zorrilla, que parece siempre favorecer a Ángel Fuentes.

En el mismo foro, Ana Lucía Salazar contó que fue abusada sexualmente varías veces por el sacerdote Fernando Martínez cuando tenía 8 años. Casi siempre fue en la capilla de su escuela. Primero la confesión y después la violación. Le tomó muchos años atreverse a decirlo. Lleva ya también años buscando justicia y no la ha encontrado. “Dios nos está viendo”, le decían mientras la violaban.“Dios te va a hacer justicia aquí dentro de nuestra institución”, le dicen en la iglesia ahora que lo ha denunciado. Él ha sido protegido por su congregación, los Legionarios de Cristo, y vive actualmente en Roma.

Ana Lucía cuenta con impotencia que, ante las denuncias “los mueven de lugar. Aplastan a las familias”. Les va mejor a los que no dicen nada. Están además los cuestionamientos con los que se ha enfrentado: “¿porqué hablas hasta ahora? ¿Porqué te pones bikini, te tomas fotos y las publicas? Con razón te violaron.” Una sociedad que critica a la mujer que ejerce su femineidad y no al hombre que la violó cuando era niña.

Bernardo ha pagado también un alto costo por denunciar a Ángel Fuentes. Lo corrieron del equipo y no lo han aceptado en ningún otro. No se debe a que le falte talento en la cancha. Lo excluyen porque se atrevió a hablar, porque tienen el poder, porque hay quienes sin pudor se vuelven cómplices de un abusador y porque así ningún otro abrirá la boca.

Contactos, dinero y poder protegen a los victimarios. Cada caso duele e indigna. Enfurece que sean tantos los abusos que siguen impunes. Esa rabia, debe convertirse en impulso para proteger a las víctimas y para castigar a los responsables. Hay que exigir que el delito de violación no prescriba, que haya alertas de género, que tengamos autoridades capacitadas para recibir una denuncia, investigarla y realmente sancionar al violador. Que sean capaces de frenar la impunidad. Que nos cuiden y no nos violen.

HUERFANITO. Percibo mucha indignación por un monumento vandalizado. No veo indignación ante las vidas destrozadas por la violencia sexual. No olvidemos que esas vidas no se restauran con pintura. Siempre he creído que combatir la violencia con violencia no es el camino, sin embargo, no puedo dejar de empatizar con el enojo, la frustración y el dolor de quienes han sido abusadas y no encuentran justicia.

@PaolaRojas

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