La historia de la construcción del Hovenring —el único puente circular del mundo exclusivo para ciclistas— tiene que ver con la condición a la que hemos llevado a nuestras ciudades debido al irrefrenable uso del automóvil particular.

El sitio en el que se encuentra esta estructura arquitectónica, es la confluencia de las ciudades holandesas de Eindhoven y Veldhoven y de éstas con el barrio residencial de Meerhoven. 
Debido al intenso ir y venir de autos de sus habitantes, la zona se convirtió en la más transitada y, por consecuencia, la de mayor cantidad de accidentes viales en Holanda.

Fue entonces que el ayuntamiento de Eindhoven decidió establecer una solución al conflicto vial que amenazaba con paralizar el tránsito entre estos lugares.

La solución que encontraron no fue ni hacer más carriles para vehículos, ni poner semáforos “inteligentes” como tampoco proponer “un día sin auto”.

La alternativa fue acorde con el medioambiente y, sobre todo, pensada en los ciudadanos. Se determinó construir un puente circular y elevado, de 72 metros de diámetro que permitiera a la gente de a pie o en bicicleta, llegar a una de las dos ciudades o al barrio de Meerhoven, sin correr riesgos físicos ni involucrarse en el tráfico vehicular.

Así nació el Hovenring, este maravilloso puente que desde 2012 se convirtió en el primero de su tipo en el mundo, construido a partir de la idea real de brindar soluciones viables a la movilidad de las ciudades.

Por cierto, la cubierta del puente fue iluminada con sistema LED, una tecnología que brinda más luz que las lámparas de sodio además de que reduce la contaminación del medioambiente. El mismo sistema ilumina el puerto marítimo de Rotterdam, el más grande de Europa.

Alternativas ciudadanas. Más allá de la dimensión de la obra que comento, la lección que debemos aprender es que un pueblo, preocupado realmente por la situación de todos y no de unos cuantos, optó por brindar solución a un conflicto que amenazaba con avasallar a la comunidad entera.

Holanda es un país que ha respondido unido y de manera eficiente a los conflictos que se veían venir en movilidad, gobernanza, medio ambiente, así como en seguridad; ha tomado determinaciones únicas, que en otros lugares habrían rechazado por atrevidas.

No solamente es el caso de la obra vial para ciclistas que he referido. Por ejemplo, la alcaldía de Rotterdam ha impulsado medidas sumamente sencillas y económicas, como el uso de “techos verdes”, que tienen la finalidad de reducir las emisiones de dióxido de carbono.

Se han construido zonas públicas para captar agua de lluvia y evitar las inundaciones pues Rotterdam es una ciudad ubicada bajo el nivel del mar.

Uno de los principales éxitos es su zona exclusiva para peatones, la primera que se creó en Europa. Su centro principal es Lijnbaan, una plaza comercial fundada en 1953 y en cuyo entorno no circulan los automóviles.

Turno de Querétaro. La lección aprendida en este viaje de trabajo a Holanda es que sí se pueden hacer las cosas en beneficio de la ciudadanía, con atrevimiento, planeación y sin temor a lo nuevo. Hoy marchamos hacia ese rumbo.

En estos días iniciamos la intervención de la avenida Ezequiel Montes para mejorarla y adecuarla a las nuevas exigencias sociales.

Este año también construiremos la ciclovía que unirá a la ciudad de oriente a poniente y que forma parte del proyecto de movilidad para la zona metropolitana que se complementará con la nueva ruta de transporte público.

Parte de la transformación de la ciudad involucra el cambio de luminarias, de lámparas de vapor de sodio a sistema LED, menos contaminante y más lumínico. Recuperamos puentes y pasos a desnivel para seguridad de la ciudadanía además de implementar un gran plan de limpieza de drenes y la construcción de 21 obras pluviales con la finalidad de reducir el riesgo de inundaciones.

Es el tiempo de Querétaro y momento de sentar las bases para garantizar que nuestra urbe enfrente los nuevos retos sin contratiempos ni problemas mayores.

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