El país vive malos días. Entre el jueves 6 y el miércoles 12 de junio, se acumularon 650 víctimas de homicidio, según la cuenta diaria que lleva el gobierno federal (http://bit.ly/2v6bRTc). Y esa serie tiende a subestimar la realidad: de diciembre a abril, solo capturó 80% de los homicidios dolosos que reportó el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Si se mantuvo esa relación, es posible que hayamos tenido más de 800 homicidios en los últimos siete días.

Esto haría de la última semana la más violenta del sexenio hasta ahora. En febrero, tuvimos un periodo de siete días con 632 homicidios en la cuenta del gobierno (equivalente aproximadamente a 790 en la serie del SESNSP). Esto fue peor.

Junio apunta ya a ser el mes con más víctimas de homicidio doloso desde el inicio de la actual administración federal. En los primeros doce días del mes, se sumaron en promedio más de 85 víctimas por día, 12% más que en mayo. Y ha habido algunos días de miedo: el sábado pasado, el gobierno contó 113 asesinatos. El domingo se sumaron 101 más.

Si se mantiene esta trayectoria, el mes podría cerrar en la cuenta del gobierno con 2,556 homicidios. Eso equivaldría aproximadamente a 3,195 víctimas en la serie del SESNSP, una cifra 17% mayor a la del mismo mes del año pasado.

En esta semana terrible, Jalisco se llevó la primera posición: al menos 76 personas fueron asesinadas en su territorio. Pero el palmarés estuvo competido: en el Estado de México, Baja California y Guanajuato, se acumularon más de 50 víctimas. Michoacán, Guerrero, Chihuahua, Veracruz y Puebla tuvieron más de 30 (y recordando que todas esas cifras reflejan un subregistro).

Fueron días, además, con múltiples eventos de alto impacto. Estuvo, por supuesto, el secuestro y muerte de Norberto Ronquillo en la Ciudad de México. Pero también el descubrimiento de 11 bolsas con restos humanos en Tlajomulco, Jalisco. Y dos balaceras a cielo abierto en la frontera sonorense con Estados Unidos (una en Naco y otra en Agua Prieta). Y el hallazgo de siete cuerpos descuartizados en Tuxtepec, Oaxaca. Y la ejecución de la periodista Norma Sarabia en Huimanguillo, Tabasco.

¿Qué hay detrás de esta oleada? No lo sé, para ser sincero. En parte, puede ser un efecto calendario. Como ya se ha comentado en esta columna, el número de homicidios tiende a aumentar en los meses de verano: la gente bebe más alcohol y sale más a la calle.

Otra posibilidad es que esto sea pura inercia: una dinámica en la que la violencia se alimenta a sí misma, ya sea por cadenas de venganza o porque, en un contexto de capacidades institucionales topadas, cada nuevo homicidio hace menos probable que cualquier asesinato en lo individual sea sancionado. También puede ser simplemente azar, la coincidencia de muchos hechos deleznables en pocos días.

Cabe igualmente la posibilidad que la combinación de cambios institucionales, restricciones presupuestales, relevos de mandos y presiones sobre el personal de las corporaciones de seguridad, tanto a nivel federal como estatal, esté dejando vacíos en diversos puntos del territorio.

Como sea, las cifras de esta semana terrible en este mes de miedo sugieren que probablemente no estamos cerca del punto de inflexión. En abril, tuvimos por primera vez en tres años una caída a tasa interanual del número de homicidios. Los números de mayo probablemente serán también más o menos alentadores (lo sabremos el día 20, cuando los publique el SESNSP). Pero las de junio podrían anunciar que esos dos meses fueron paréntesis y que sigue la escalada.

Mala noticia.

alejandrohope@outlook.com. @ahope71

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