Ya sabíamos que Donald Trump iba a ser absuelto por el Senado. No había una sola predicción que sostuviera que 20 senadores republicanos votarían con los 47 demócratas para destituir a Trump. Y, sin embargo, solo hasta que escuchamos la voz del presidente, observamos sus gestos, y se respiró el aire de triunfalismo que exhalaba en el corazón del mismo recinto que apenas siete semanas atrás había votado por destituirlo, solo entonces, entendimos lo que estaba ocurriendo. Una reedición, tal vez, corregida y aumentada de “lo que no te mata te fortalece”. ¿Tiene Trump entonces garantizada su reelección? No se puede saber, pero esta semana, cargada de noticias de política interna en Estados Unidos, nos deja (al menos) tres temas muy importantes a reflexionar: el caos demócrata en las asambleas de Iowa, el discurso de Trump del “Estado de la Unión” y el final del proceso de Impeachment.

Empezamos por esto último, toda vez que aquello que era un resultado cantado y predecible desde el mismo día en que se inició el Impeachment, aparentemente termina por producir efectos psicológicos que sí sorprenden a varios y que dejan entre los demócratas una sensación de derrota aplanadora. Por ello, es legítimo preguntarse si los demócratas sabían muy bien cómo iba a terminar este proceso, ¿por qué siguieron adelante con él? Hay varias explicaciones. Una de ellas indica que los legisladores estaban haciendo lo que sintieron que era correcto. Otro tipo de explicaciones apuntan más bien a sus objetivos electorales. No obstante, por lo que parece, la opinión pública no se movió ni un ápice. Según una encuesta de la Universidad de Quinnipiac de apenas hace dos semanas, después de meses de Impeachment, el mismo porcentaje de personas que votó por Donald Trump en 2016, es el porcentaje que consideraba que el presidente no debía ser destituido y viceversa. La verdad es que al final del camino, queda una sensación de que los demócratas, en lo general, fallaron en convencer de la culpabilidad de Trump a quienes no estaban ya previamente convencidos. Y en cambio, queda un sentimiento de que se salió con la suya y que regresa victorioso.

Eso fue lo que marcó el ambiente durante el discurso del martes, pero no fue lo único. Según una encuesta de Harvard/Harris del 2019, los cuatro temas principales en las preocupaciones de los electores estadounidenses son en este orden:

1) inmigración, 2) seguridad social, 3) terrorismo, y 4) economía/empleos. Si revisamos con detalle el discurso, Trump entiende que esas son las prioridades a atacar, además de que encuentra cómo tejer una narrativa eficaz para conectar con ese electorado al que se dirige, aunque haga enojar a demócratas como Pelosi o a liberales e intelectuales en estados costeros.

Además, la semana arrancó con la debacle demócrata en las asambleas de Iowa. Nada funcionó como se esperaba. El partido lleva días tratando de explicar las fallas en el conteo de votos, lo que restó energía, ya no al candidato victorioso, sino a la fuerza del partido como un todo capaz de derrotar a Donald Trump quien, como era de esperarse, sacó ventaja de cada uno de esos factores para seguir impulsando su semana triunfal y vaya que le salío bien todo...

¿Significa todo eso que Donald Trump será reelecto? Yo no lo sé. Lo que sí queda claro es que el presidente sabe muy bien cuáles son los temas que tiene que empujar, sabe bien cuáles son los sitios específicos en donde necesita empujarlos para ganar —dado el funcionamiento del sistema electoral estadounidense— y que, tras lo ocurrido en los últimos meses y en especial en esta semana, el partido demócrata tiene una tarea de recomposición que va cuesta arriba muy rápido.

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