Rendimos homenaje a Benito Juárez a 208 años de su nacimiento. Independientemente de multitud de ceremonias y homenajes, algunos de pasadita, como la última de Peña Nieto, Juárez persiste en la conciencia nacional como el más grande Presidente de México. Su biografía proyecta virtudes ejemplares, desde su ascenso de la más profunda pobreza indígena, hasta la Presidencia de la República, en una trayectoria de lucha cívica heroica. Se recuerda a un prócer, para exaltar sus virtudes ejemplares contrastadas con nuestra realidad.

Comparemos, a Juárez, el hombre de principios democráticos y humanos inalterables, con las actuales élites políticas, cuya ideología es el poder para medrar, la confusión de lo público-privado; al indígena vinculado al pueblo, con gobiernos oligárquicos ajenos al pueblo; al hombre de Estado, arriesgando todo por el Estado, frente a oportunistas privatizadores del Estado y sus bienes. Gigante frente a pigmeos. De sus enormes virtudes, tomemos dos: patriotismo y honradez.

Patriotismo. Al triunfo de la República, después de 4 años de lucha contra el invasor y traidores asimilados, Juárez lanzó un memorable Manifiesto a la Nación. Seleccionamos un fragmento: “… procuró el Gobierno cumplir sus deberes, sin concebir jamás un solo pensamiento de que le fuera lícito menoscabar ninguno de los derechos de la Nación… no contrayendo ningún compromiso en el exterior ni en el interior, que pudiera perjudicar en nada la independencia y soberanía de la República, la integridad de su territorio y el respeto debido a la Constitución y sus leyes; sus enemigos pretendieron establecer otro gobierno y otras leyes sin haber podido consumar su intento criminal.

Vuelve el gobierno a la ciudad de México, con la bandera de la Constitución…”. Juárez subrayó su defensa de la Constitución, pacto juramentado cuya vigencia le fue encomendada. Proyectado a nuestro momento, la Constitución lejos de ser mandato a defender, se reforma acatando precisamente “compromisos con el exterior y el interior, que perjudican nuestra independencia y soberanía”. Juárez no permitió al imperio imponer otra Constitución. Así de esa República restaurada, pasamos a la República traicionada.

Destacamos también de Juárez, su honradez y uno de sus principales mandamientos: “…los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad. No pueden improvisar fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley les señala”.

De la República de la honradez que prescribió Juárez y su imperativo para el funcionario público, dispuesto a vivir en la honrada medianía que proporciona el salario, pasamos a la República de la corrupción, en la que la función pública es vista como oportunidad para el enriquecimiento, improvisar enormes fortunas como normalidad aceptada. ¿Qué es sino el escándalo de Oceanografía involucrando a ex presidentes y cercanos entornos? ¿Y la exhibición de los “moches”, sobornos que demandan diputados a cambio de recursos a municipios, con contratistas impuestos por los propios legisladores, comprometiendo miles de millones de pesos? ¿Y qué del conocimiento público de altos funcionarios y ex funcionarios con riquezas insospechadas?

Transcribo al respecto un párrafo que pareciera actual: “hay hombres para los cuales todo sentido de la mesura es desconocido, dinero, honor, poder, placeres sensuales, placeres de la boca, placeres de todos tipos, en fin; nunca tienen suficiente de nada, su deshonesto botín lejos de disminuir su avidez, lo excita más: hombres irrecuperables, a ser encerrados más que a ser formados”, (Cicerón “Placer y verdad”).

Senador de la República

Google News