Después de la independencia de España (1821), Yucatán, se adhirió imperio de Iturbide, posteriormente se sumó al nuevo pacto federal, con la condición de que fuera siempre una unión federativa y “nada de que las decisiones tomadas, o que tomara en el futuro el supremo gobierno de aquel país, atentaran contra la felicidad de los yucatecos”.

La Diputación en sesión extraordinaria de 29 de mayo de 1823, acordó “Que Yucatán jura, reconoce y obedece al gobierno de México, siempre que sea liberal y representativo; pero con las condiciones que siguen: 1a.- Que la unión de Yucatán será la de una república federada, y no en otra forma, y por consiguiente tendrá derecho a formar su Constitución particular y establecer las leyes que juzgue convenientes a su felicidad...”.

El término República de Yucatán, se encuentra en la Constitución Política del Estado Libre de Yucatán, sancionada por su Congreso Constituyente el 6 de abril de 1825: “En el nombre de Dios todo-poderoso, autor y supremo legislador de la sociedad. El Congreso constituyente del Estado de Yucatán, en desempeño de los deberes que le han impuesto sus comitentes y con el fin de establecer conforme á (sic) la voluntad jeneral (sic) una forma de gobierno que promueva y asegure su felicidad, acuerda, decreta y sanciona la presente Constitución” En el artículo 5 señala “El territorio de la República de Yucatán es actualmente el mismo á (sic) que se extendió (sic) la antigua intendencia de ese nombre con exclusión de la provincia tarasca”.

Posteriormente, en 1833, se promulga una ley que estableció el aumento de impuestos aduanales y se restringió el libre comercio con otras regiones y países como Cuba. Yucatán luchaba por su separación debido a las levas y a este aumento de impuesto, se exigía la libertad de cultos y la extinción de fueros eclesiásticos. Pero sobre todo, por el estancamiento en que se encontraba la región; debido a que “los siervos” de los dueños de las haciendas, no podían separarse mientras no pagaran completamente cualquier adeudo que tuviesen.

Hacia 1841 en todo México se vivía un conflicto político entre el gobierno de corriente centralista —que facultaba al Presidente para designar gobernadores así como otras decisiones de los estados tomadas desde la capital—, en oposición a la corriente que optaba por una forma de gobierno federal que defendía la división de poderes y otorgaba autonomía a los estados.

Por lo anterior, el primero de octubre de 1841, la Cámara de Diputados local aprobaba el Acta de Independencia de la Península, estableciendo que “el pueblo de Yucatán, en el pleno uso de su soberanía se erigía en república libre e independiente de la nación mexicana”, reconocía la libertad religiosa, el respeto a las garantías individuales y la figura del amparo.

En aquel momento la Península abarcaba los estados de Campeche, Yucatán y el territorio de Quintana Roo, se adopta la bandera de la República de Yucatán y su escudo. Aquí surge la República Federada de Yucatán y se decreta la separación del territorio mexicano. Este hecho lo conocemos como “la segunda república de Yucatán”.

Pero el gobierno de México no aceptó esta independencia. Por un lado envió una avanzada militar para enfrentar a los separatistas en lo que hoy se conoce como Hacienda Pacabtún en Mérida; por otro lado, el cierre del comercio entre puertos yucatecos y mexicanos afectaba la economía de Yucatán. Finalmente, Antonio López de Santa Anna, entonces presidente, firmaba el 5 de diciembre de 1843 los convenios que otorgaban a Yucatán autonomía plena, con la condición de que se reintegrara a México.

En 1845 la crisis generada por la Guerra de Castas entre mayas y mestizos, con enfrentamientos y muertes de ambos bandos, obligó a los gobernantes a pedir ayuda militar al gobierno mexicano a cambio de la reincorporación de Yucatán.

El 17 de agosto de 1848, el gobernador Miguel Barbachano decretó la reincorporación de Yucatán a la federación mexicana.

La historia nos lleva a reflexionar las ventajas de mantener los principios del Pacto Federal y cuidarlos de los que añoran el centralismo autoritario.

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