Por primera vez en años, quizá desde la caída de las Torres gemelas en 2001, existen posibilidades reales de una reforma migratoria que beneficie a los millones de mexicanos que viven sin papeles en Estados Unidos. Es la consecuencia inevitable de la expansión económica y política de los connacionales en ese país.

Esta semana un grupo de senadores republicanos y demócratas creó una iniciativa para regularizar a 11 millones de indocumentados, propuesta que fue acogida ayer por el presidente Barack Obama. La prioridad del mandatario en este tema es tal que ya anunció: si los congresistas no resuelven rápido el proyecto, él mismo enviará uno al Congreso.

La experiencia le ha enseñado al presidente que en esta clase de asuntos es mejor no esperar. Dijo en su discurso sobre el tema: “Mientras más cerca estemos, más emocional se volverá el debate”. Iniciativas previas han sido bloqueadas en otros momentos por esa polarización que ha marcado la vida pública de Estados Unidos.

El apoyo de miembros de ambos partidos no es garantía de nada, falta largo camino por recorrer. Cabe recordar que apenas en 2010 fracasó una iniciativa más moderada que buscaba regularizar a casi 2 millones de hijos de indocumentados, estudiantes, que llegaron a la nación vecina cuando eran apenas niños.

Esta vez, sin embargo, las condiciones están dadas para los cambios. La comunidad hispana mostró su poder en las urnas en 2012. Fue gracias al 70% de latinos que votaron por Obama que el presidente fue reelecto. La interpretación de analistas y políticos fue clara: la oposición al republicano Mitt Romney fue represalia por la posición antiinmigrante de su partido. Hoy es más costoso que nunca para un político estadounidense oponerse a la reforma en la materia.

La razón asiste a los reformistas. Lo único que se pide es derechos plenos para personas que cumplen ya con sus obligaciones fiscales, o están dispuestas a hacerlo. Son millones de trabajadores, estudiantes, consumidores que han enriquecido y dinamizado la economía y la sociedad de Estados Unidos.

Llaman los conservadores “amnistía” a la regularización, como si los migrantes requirieran ser perdonados por un delito del cual fueron conscientes. No es así. Para México, los dólares recibidos por las familias, si bien un alivio ante la falta de oportunidades, no compensan la ausencia de las personas, no compensan la potencialidad de su aportación al país.

Ahora es EU quien necesita a los latinos. La reforma migratoria es inevitable. Llegará pronto aun si el actual Congreso se opone de nuevo.

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