Estamos a un año y medio de la elección presidencial en Estados Unidos. Falta mucho… pero falta poco. Los debates entre los aspirantes a la candidatura del Partido Demócrata comenzarán en solo cinco semanas. A Donald Trump le urge el banderazo de salida: ya empezó a lanzar trinos contra Bernie Sanders y Joe Biden, los dos punteros demócratas. Pase lo que pase, la del 2020 será una campaña peliaguda. La gran duda, por supuesto, es si la reelección de Trump es más probable que su derrota. No es una pregunta fácil.

Sobre todo cuando uno de los candidatos es un presidente en funciones, las elecciones en Estados Unidos se deciden desde factores muy específicos. En este momento, a 18 meses de distancia, algunos favorecen con claridad a Trump, otros no tanto. El veredicto sobre las posibilidades de su reelección está en el análisis de ese balance.

La primera estadística que podría beneficiar a Trump es el éxito que han tenido los presidentes estadounidenses que buscan un segundo periodo. En la historia de Estados Unidos, veintiún presidentes han conseguido reelegirse, contra apenas diez que han fracasado. En los últimos cuarenta años, solo Carter y Bush padre han perdido la reelección. El electorado estadounidense dio una segunda oportunidad a Reagan, Clinton y George W. Bush. La historia, pues, está del lado de Trump.

Pero eso es solo anecdótico. La gran variable que anima las probabilidades de reelección de Trump es la economía. Aunque muchas cosas podrían ocurrir de aquí a noviembre del año que viene, la economía de Estados Unidos atraviesa por un periodo de notable robustez. La tasa de desempleo es la más baja desde 1969. Los salarios han comenzado a subir, lo mismo que la productividad y la confianza del consumidor. Aun así, no hay señales de “sobrecalentamiento”. La inflación está bajo control y la expansión de los indicadores económicos no se detiene. De seguir así, el Estados Unidos de Donald Trump podría, por ejemplo, alcanzar registros de empleo no vistos desde principios de los cincuenta. Las últimas cifras son tan positivas que algunos analistas sugieren que, a menos de que ocurra una catástrofe, Trump podrá presumir durante la campaña que evitó ya no una recesión sino incluso una mera desaceleración. No es poca cosa.

¿Qué esperanza le queda, entonces, a los demócratas?

La clave puede estar en la impopularidad personal de Trump. Su índice de aprobación se ha mantenido por debajo del 42%, ocho puntos por debajo del registro de Barack Obama en el mismo momento de su presidencia. Ser tan notablemente impopular a pesar de contar con una economía pujante revela un punto débil que será complicado de enmendar para Donald Trump: su impopularidad parece impermeable a las buenas noticias.

El problema, claro está, no es el contexto sino el personaje. Así lo demuestran otras encuestas. En un sondeo reciente del Washington Post, 52% de los votantes registrados aseguraron que “definitivamente” no votarán por Trump en el 2020. Solo 42% están dispuestos a darle crédito por el estado de la economía. Hay, además, un interesante escepticismo sobre los beneficios reales de la expansión económica. La misma encuesta revela que 62% de los estadounidenses piensa que el crecimiento económico solo beneficia a aquellos que están en el poder. Si todos estos números se mantienen, Donald Trump sería el presidente más impopular en buscar la reelección en la historia moderna de Estados Unidos.

La pregunta es, entonces, qué pesará más en el ánimo de los votantes dentro de un año y medio. ¿Será la bonanza económica argumento suficiente para la reelección o podrá más el rechazo específico a Trump? El futuro de Estados Unidos depende de la respuesta.

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