Celebro que el doctor Porfirio Muñoz Ledo sea el presidente de la Cámara de Diputados y Martí Batres Guadarrama el presidente del Senado de la República; y celebro con igual entusiasmo que Mario Delgado Carrillo y Ricardo Monreal Ávila, coordinen a los grupos parlamentarios de Morena en las respectivas Cámaras del Congreso.

Independientemente de la amistad, admiración y el cariño que me animan a la celebración, existen muchos otros motivos, los cuales, me permiten entender con esperanza renovada que sus nuevas responsabilidades derivan de procedimientos y prácticas que habían sido olvidadas desde hace ya varias Legislaturas.

Un olvido del que soy testigo fiel, el cual me impulsó a ir en busca de formas y fondos más afines, más sensatos y más humanos.

Hoy afortunadamente comienza una nueva etapa donde el Congreso de la Unión será fundamental para llevar a cabo la Cuarta Transformación de nuestro país, lo cual sin duda requiere volver a los principios básicos y originales que dieron vida a nuestra República.

El buen demócrata por su casa empieza, por ello, un primer paso del derrotero fue haber elegido a los cuatro legisladores por diferentes razones y mayoritariamente por sus pares. En otras palabras, no serán las Cámaras del Congreso un matrimonio mal avenido sin posibilidades de divorcio, sino la suma de voluntades y representaciones que dan vida a uno de los tres Poderes del Estado, el Legislativo.

Porfirio, Martí, Mario y Ricardo, desde su respectiva trinchera, con diferentes herramientas y con una misma causa, han asumido la importante tarea de encabezar la reconquista del Imperio.

Un Imperio que lleva implícito una serie de valores y atributos en donde, como escribió, Alessandro Baricco en su maravillosa novela titulada, Esta historia: nadie tiene que pensar que está solo, porque en cada uno de nosotros vive la sangre de quienes lo engendraron, y es algo que se remonta hacia atrás, hasta la noche de los tiempos. De manera que sólo somos la curva de un río que viene desde lejos y que no se detendrá después de nosotros.

La reconquista se llevará a cabo con la representación más legal y legítima de la que haya dado cuenta el México moderno. Habrá acuerdos y no complicidades, habrá consensos y no imposiciones. Habrá oídos abiertos y ojos sin miopía. Habrá respeto, el espanto de la pluralidad no asustará a nadie por los pasillos.

¿Cómo no celebrar? Si se ha comenzado ya la reconquista del Imperio del Pueblo, para el pueblo y con el pueblo.

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