Europa ya concentra una tercera parte de los contagios diarios de Covid-19 en el mundo. Los tres países más poblados de la Unión Europea (Alemania, Francia e Italia) marcaron ayer sus máximos de nuevos casos de coronavirus en 24 horas desde el inicio de la pandemia.

Según el Instituto Robert Koch, Alemania ha vuelto a romper su récord por tercer día consecutivo con 7,830 nuevos infectados. La Canciller Angela Merkel ha pedido a los alemanes que se queden en casa y que limiten los desplazamientos y reuniones. Francia con 32,427 infectados al día e Italia con 10, 925 han superado sus máximos históricos.

Países Bajos con 43,904 casos positivos la última semana, cerró bares y restaurantes canceló las reuniones de más de cuatro personas. La mascarilla se volvió obligatoria en espacios cerrados a pesar de la enorme resistencia que presenta el país por usarla. La venta de alcohol y drogas legales se prohibió entre las 8 de la noche y las 7 de la mañana.

España no se queda atrás. Los distintos gobiernos locales han anunciado este sábado nuevas medidas para erradicar la propagación del virus. Cierres totales o parciales de bares y restaurantes, reuniones de no más de 6 personas, y en general la recomendación de limitar al máximo la actividad social y la movilidad.

¿Qué pasó en Europa? ¿Por qué esta segunda ola afecta a ese continente con tanta fuerza? ¿Cómo es que China, en contraste, ha podido contener los rebrotes siendo el país más poblado del mundo? La obediencia de la población china a las estrictas medidas para frenar la pandemia ha sido vital. El uso del tapabocas obligatorio y la estrategia de pruebas masivas y rastreos a gran escala con un preciso control social en cada lugar donde se identifican contagios, han sido determinantes. Claro, en ese modelo hay libertades sociales que quedan canceladas. Las restricciones sanitarias en Europa no sólo se enfrentan con la necesidad económica de reanudar actividades, se topan también con una sociedad acostumbrada a ejercer sus derechos y a vivir en libertad.

Lo deseable sería que, independientemente de la convicción democrática de cada región, la decisión de las personas fuera ejercer sus libertades con responsabilidad. Usar tapabocas, mantener la sana distancia, evitar reuniones innecesarias y lavar constantemente las manos para cuidar de todos y no por tratarse de una imposición. La aldea global en la que vivimos necesita que actuemos como la sociedad interconectada que somos: una sociedad libre, pero también responsable, generosa y solidaria. Eso es lo que una pandemia de estas dimensiones exige.

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