El golpe que Morena recibió en la capital del país implica un costo mayor en lo simbólico que en lo cuantitativo. El PRD ganó el gobierno de la capital en 1997, primera vez que se puso a elección ciudadana desde 1928, con un triunfo destacado de Cuauhtémoc Cárdenas. A partir de entonces, la capital se pintó de izquierda, al grado de poder hablar de un partido claramente dominante. El PRD legó su sitio a Morena, y en 2015 algunos decían que había que ver cómo gobernaba ese partido la capital, a lo que yo respondía que ya lo sabíamos desde 1997, pues eran exactamente los mismos personajes, aunque bajo una nueva camiseta. Se refrendó la tradicional confianza a ese partido en 2018, ahora además con la novedad (ahí sí) de que alcanzó la Presidencia. Tres años después, a muchos capitalinos no les ha gustado el estilo y dirección del gobierno de AMLO, pues el voto de muchos de ellos no fue incondicional, por lo que ahora decidieron separarse y castigar un mal desempeño, más de AMLO que de Claudia Sheinbaum.

Se han manejado varias razones para explicarlo; descuido de empresas de todo tamaño, víctimas de la narcoviolencia, movimiento feminista, enfermos de cáncer, burócratas afectados por el austericidio, académicos, científicos y expertos (sabelotodos), organismos cívicos (involucrados en el golpismo auspiciado por la CIA), médicos (que debieran seguir el ejemplo del Che Guevara), abogados (son corruptos), ecologistas (irresponsables), etcétera. Quedan pocos gremios, movimientos o sectores que no hayan sido declarados enemigos de AMLO (y por tanto del pueblo y la patria). Puede decirse que eso ha pasado en todo el país, que no reaccionó como la capital. Y en efecto, ganar 12 estados de quince no es poca cosa. Una tesis para explicar este contraste nacional vs. la capital es que en varios estados se está dando lo que sucedió a nivel nacional y en otros estados en 2018; hartos del PRI y del PAN, quieren probar algo nuevo bajo el espejismo de que siglas nuevas implican un partido distinto con gente fresca, íntegra, que no se comportará como los corruptos del pasado (“No somos iguales”). Que el grueso de Morena provenga del PRI, PAN y PRD no es algo que realmente influya en el comportamiento de sus miembros.

Pero para la capital ya no hay novedad, pues eso se probó desde 1997, y lo nuevo hace tres años fue la conquista de la Presidencia. Los sectores de clase media y mayor escolaridad son los que reaccionaron con voto de castigo. Se dio un viraje en ese sentido, pues en 2018 a mayor escolaridad, mayor respaldo a AMLO. Ahora es justo a la inversa, y eso se expresó con mayor claridad en la capital. De ahí que las clases medias y sectores escolarizados hayan sido ya incluidos en la lista negra de AMLO (egoístas, trepadores, arribistas, hipócritas, etcétera). Hace falta una revolución de las conciencias que los haga sentir mal por progresar, por buscar fuentes alternativas de información (aparte de las mañaneras) y entiendan que la felicidad se encuentra en la pobreza. AMLO no reconoce su responsabilidad en ese resultado; en cambio, expresa su furia contra esos sectores pues no tolera que, justo en la capital, hayan votado en su contra.

Pero justo que la rebelión haya sido esencialmente capitalina marca una pauta; desde 1946 el DF fue la entidad más antipriista del país, de manera consistente (salvo en 1988, cuando Michoacán lo fue un poco más por razones obvias). Se volcó a favor de la izquierda todos estos años, pero al parecer llegó ya el momento de ruptura. Es probable que este repliegue no sea coyuntural, sino que marque la ruta del futuro. Se podría decir que mientras la mayoría de los demás estados apenas van de ida en la aventura obradorista, la Ciudad de México viene de regreso. Está marcando la ruta de ruptura y de decepción hacia la “4T”, si bien probablemente se extenderá lentamente por el resto del país, como de hecho ocurrió también respecto del PRI.

Profesor afiliado del CIDE.
@JACrespo1

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