Mi abuela hace una deliciosa sopa de fideos. No hay mayor complejidad en la preparación del platillo, es una sopa que da sabor y calidez de hogar. Por ello, del plato a la boca, jamás se me cae la sopa.

Incluso podría sopear con los ojos cerrados, pues es una habilidad favorecida por el antojo y mecanizada por la “propiocepción”. ¿La qué? La propiocepción es también conocida como el sexto sentido del cuerpo, pues le permite reconocer dónde está cada una de sus partes y miembros.

Para que quede claro, te propongo un ejercicio: observa tu dedo índice de la mano derecha; ahora ponte de pie. A continuación, vas a intentar tocar la punta de tu nariz, con la punta de tu dedo, mientras tienes los ojos cerrados. Adelante. ¿Lo lograste?, ¿cómo te sientes? Literalmente, cómo-te-sientes.

Acabas de experimentar la consciencia de tu cuerpo con relación a sus partes, dada por diferentes elementos conectados en una especie de armonía orgánica. Una armonía necesaria para que tengas una experiencia con el mundo sensible, la cuál es detectada por receptores celulares llamados Piezo2, responsables del tacto y del experimento que acabas de hacer.

Estos receptores se llaman así porque “piezo” viene del griego que significa presionar. Así que estos piezos, que son las piezas moleculares del tacto, generan una serie de cambios dentro de tus células, en una comunicación que está encriptada de extremo a extremo para tus ojos, pero que es perfectamente legible para tu sistema nervioso y para los métodos moleculares usados en el laboratorio del Dr. Patapoutian.

Ardem Patapoutian y las personas que con él colaboran, se han dedicado a comprender los interruptores que prenden el tacto y han encontrado dos sensores que se encuentran en la superficie de las células de los animales. Estos receptores, que pueden reconocer la presión, se llaman Piezo1 y Piezo2. Mientras que el primero regula tu presión sanguínea, el otro es responsable de tu sentido del tacto y la propiocepción.

Los sensores como Piezo2 son miniaturas que se encuentran ancladas en la superficie de las células, células que son pequeños bloques, como los juguetes “lego”, que ensamblados conforman cuerpos animales. Bloques que sí, son pequeños, pero numerosos, en cantidades que superan los 10 billones de células en un humano adulto.

Así, los sensores están en las células y células dentro de organismos. Organismos que sienten el dolor y también el placer y que gracias a Piezo2, perciben el apapacho del ser amado, dado por la presión de un abrazo o de la posibilidad de comer una buena sopa con los ojos cerrados. 
Fuentes:

—Entrevista con Ardem Patapoutian. En: https://www.youtube.com/watch?v=Eslj3T_opA8&ab_channel=Fundaci%C3%B3nBBVA
—Our amazing sense of touch, explained by a Nobel laureate. En: https://www.vox.com/science-and-health/22710533/nobel-prize-2021-ardem-patapoutian-touch

@chrisantics

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