En el marco de la actual temporada de lluvias cabe la reflexión sobre la relación existente entre los desastres naturales y la política, en particular la respuesta de la jerarquía política. Ya que tanto comunicadores, medios y partidos políticos han salido a justificar a priori a cuanta autoridad responsable de contener estas contingencias, haya sido señalada.

Pero en términos generales las crisis han sido un factor categórico en la cimentación de la historia de los políticos, ya que éstas pueden contribuir a perfilar el carácter y la imagen que se quiere proyectar mediáticamente, convirtiéndose en una oportunidad. O resultar el escenario en el que se expone descarnada y descaradamente el oportunismo. Los desastres naturales dejan a la vista las carencias y/o fortalezas que tiene una administración.

El presidente, gobernador ó alcalde, cuya misión es dar respuestas a la ciudadanía, debe ofrecer información a los medios, gestionar la comunicación interna y todos los aspectos que influyen en una situación de crisis, debiendo mostrar una actitud prudente y aprovechar los recursos a su alcance. Pero aquí la maquinaria política no descansa, se politiza el desastre, ya que para nadie es un secreto que es un filón de pre campaña.

No pasa desapercibido el discurso mediático que durante estas crisis se escenifica y potencia el papel personal del político convertido ahora en experto salvavidas y protector social. Los desastres naturales en México conllevan siempre una cuota electoral determinante. Sus acciones y consecuencias, están a la vista pero pocas veces son evaluadas de manera constante y en el contexto de la catástrofe.

En estas circunstancias de desastre natural, lo que realmente cuenta y añade valor a lo que hace o dice el político es la gestión que lleva a cabo del factor emocional. Bien se dice que una imagen vale más que mil palabras, por ello se cuida que sea vista como auténtica y genuina esta imagen. Ya que para un ciudadano ver a su alcalde o gobernador arremangado hasta los codos y las botas llenas de lodo recogiendo escombros y ayudando a las víctimas, como uno más, tiene un gran valor.

Pero no deja de ser sólo eso, un momento, una fotografía, un abrazo a la viejecita desesperada, un guiño afectivo, una apuesta al futuro, una promesa de voto.

El documental está basado en el libro de Naomi Klein “La doctrina del shock”, que evidencia que las catástrofes naturales forman ya parte del “capitalismo del desastre”. La tesis central de este libro es que las discontinuidades del capitalismo también llamadas crisis, por oposición a la continuidad que otorga el intervencionismo estatal para regular al sistema, son hoy propiciadas y aprovechadas para presionar, acorralar a gobiernos y sociedades, a tal punto que se transformen en factibles las políticas económicas y sociales que se enmarcan en el modelo de globalización neoliberal.

Muchos son los efectos que dejan los desastres naturales, efectos que dejan al descubierto la deficiencia de las políticas públicas, la falta de oportunidad en la reacción gubernamental, el grado de organización espontánea de la sociedad, la corrupción tanto del sector público como del privado, así como los brotes de delincuencia de algunos sectores poblacionales, entre muchas otras.

El calificativo de “capitalismo del desastre” viene en un doble sentido. En primer lugar por la desestructuración social e institucional que propician las políticas neoliberales, y en segundo lugar por la vulnerabilidad que en términos materiales se genera en las obras de infraestructura y vivienda de un país, cuando el incentivo principal es la obtención de ganancia, abatiendo costos más allá de cualquier parámetro o norma de seguridad. Los nexos entre los desastres naturales y la política quedan de manifiesto, y estos no son exclusivamente de historias de solidaridad, sino también son evidencias de eso que se ha dado en denominar como el capitalismo del desastre.

Sociólogo

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