Estar cara a cara con la realidad social de las comunidades de la Sierra Gorda en Querétaro, ver en los rostros de los habitantes de esa región la pobreza y entender que es en estas localidades en donde se padece con mayor intensidad los efectos de la crisis, o las crisis que en las últimas décadas han definido la condición de la gran mayoría de nuestra gente, es una experiencia que necesariamente nos lleva a entender que es urgente una solución.
A pensar en alternativas que devuelvan un panorama de esperanza, sobre todo para los jóvenes, ellos son una generación que se pierde entre identidades, no son campesinos, ni son obreros, ni son estudiantes, tampoco su entorno les ha ofrecido la oportunidad de aprender un oficio. Muy pocos son los que se quedan, la mayoría ha optado por migrar pues es la única opción que encuentran para cambiar ese mundo lleno de carencias.
Los jóvenes del medio rural optan por migrar a Estados Unidos o a ciudades en nuestro país que les ofrezcan alternativas laborales, muchos de ellos encuentran en el sector de la construcción esa oportunidad, otros van a emplearse en el sector del comercio informal y las mujeres se emplean como trabajadoras domésticas. Esa es la explicación del porqué hay tan pocos jóvenes en el sector rural.
Dejan de ser campesinos, pero tampoco son obreros. Alarifes en potencia, sin hogar y sin familia, pobres igual que antes, y encima de todo en un entorno que les es adverso y que agrega, como ingrediente final, el riesgo a la exclusión.
Arraigar a esta generación de jóvenes en sus comunidades es un reto para las políticas públicas, en el propósito va implícita la reactivación de las actividades productivas en el sector rural, en ello está también el diseño de programas de capacitación que respondan a las necesidades de los jóvenes de este medio.
La capacitación como alternativa para reducir los niveles de pobreza de los jóvenes en el campo es un tema que merece ser analizado, arraigarlos en su lugar de origen debe contar con una propuesta que los haga productivos.
La realidad sobre la pobreza en el medio rural de nuestro país la revela con cifras el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) cuando publica que en 2012, 53.8 % de los niños y jóvenes de cero a 17 años son pobres; tres de cada 10 pasan hambre; de estos, los niños indígenas son los más afectados.
Estudios del Banco Mundial destacan la importancia que tiene el sector agrícola para los habitantes de las zonas rurales en la oferta de oportunidades para salir de la pobreza y para contribuir al cumplimiento de uno de los objetivos del milenio: reducir en 50 por ciento la pobreza y el hambre entre 1990 y 2015.
Estos estudios también advierten que en México el sector agrícola está altamente rezagado con respecto a los demás sectores. En nuestro país la población rural vive mayoritariamente en pobreza.
La población joven del sector rural está conformada por personas en edad económicamente activa, tienen la capacidad, la fuerza y el entusiasmo para desarrollar sus potenciales a favor de su región.
Pensar en la capacitación es una alternativa para esta generación de mexicanos que está en espera de la oportunidad que cambie su realidad y con ello, indudablemente, también la realidad de todo el país.
Ex presidente municipal de Querétaro y ex legislador federal y local