Cuando alguien pierde un ser querido es una ganancia, pero más cuando se pierde a la madre y es una gran ganancia porque para aquellos que somos católicos y creemos en la vida trascendente, consideramos que quien ha cumplido con la voluntad de Dios se ha ganado el Cielo, lo que sin lugar a dudas aconteció con mi madre Angelita, quien se fue a la casa del Padre hace casi ocho días.

Es una ganancia, porque la partida de un ser querido como es la madre o el padre nos hace reflexionar que lo que somos se lo debemos a ellos, desde la propia vida al momento de la concepción y hasta nuestra formación en valores y principios que abrevamos en el seno de nuestro hogar.

Por fortuna la mayoría de nosotros hemos crecido y se nos ha formado en el seno de una familia tradicional y siendo esta la célula básica de la sociedad, tenemos que por fortuna la nuestra es una sociedad tradicional con virtudes y valores, que se reflejan en el quehacer ciudadano y de los propios gobernantes.

Nuestra madre y nuestro padre son quienes, además de transmitirnos la vida misma, nos forman y nos ayudan a desarrollarnos en el ámbito social y la mayoría de las ocasiones lo que hemos visto, oído y sentido en familia es lo que reflejamos en nuestro actuar cotidiano, ya sea de manera individual o social.

Uno de los grandes males que aqueja a nuestra sociedad es, sin lugar a dudas, la desintegración familiar, producto de la proliferación de madres solteras y padres solteros irresponsables que vagan por el mundo sembrando en su mayoría familias disfuncionales. Y es precisamente la desintegración de la familia la causa generadora de males tan graves como la inseguridad; desintegración que se tiene además de las familias uniparentales, porque ante la necesidad de obtener un salario para sostenerse acuden al trabajo con jornadas que van de las ocho hasta las 16 horas, en lugares donde por lo regular se instalan maquiladores y que proporcionan trabajo por destajo.

Se da el caso de quienes tienen necesidad de buscar el sustento diario durante el día tienen poca o nula posibilidad de estar al pendiente de su familia y principalmente de sus hijos, quedando éstos al cuidado de la vecina o vecino, en el mejor de los casos, sino es que se convierten automáticamente en “hijos de la calle”, con una deformación en sus valores incluyendo el no respeto a los bienes ajenos o a la propia vida.

Esta desintegración familiar es una de las causas innegables en la descomposición social, como ocurre en el caso de Ciudad Juárez, en donde se rompió por completo el tejido social y en donde se hacen esfuerzos extraordinarios por parte de los tres órganos de gobierno para revertir los altos índices de inseguridad mediante los espacios educativos, recreativos, de educación y de la propia formación en valores.

Por ello son importantes los esfuerzos que realizan los gobiernos municipal, estatal y federal, no para crear sino para generar más y mejores empleos, para atacar así una de las principales fuentes de desintegración familiar que mucho mal hace en el entramado social, por lo que es de valorarse los grande esfuerzos que se realizan por parte de los gobiernos y empresarios para generar más y mejores empleos.

Hago votos por que nuestros niños y jóvenes tengan la fortuna que mis siete hermanos y yo tuvimos de ser formados en valores y principios por nuestra madre Angelita, quien se nos ha adelantado en el camino a la casa del Padre, y por nuestro padre terrenal Juan, con quien compartió casi 60 años de vida matrimonial. Y como dije al principio, la pérdida es ganancia, porque su partida nos ayuda a reflexionar la importancia de una madre, en lo individual y en lo social.

Consejero nacional del PAN y diputado federal

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