Hace unos días atrás, una madrugada de sábado, me levanté más temprano que de costumbre y aún la oscuridad estaba presente. La noche anterior me había propuesto preparar el equipo de fotografía para realizar, a la mañana siguiente, una jornada de captura de imágenes de colibríes. Cabe mencionar que en el gusto de observar a estas aves, me he dado cuenta que, particularmente en los meses de junio y julio, se acercan con mayor frecuencia a los bebederos y ello facilita un poco la oportunidad de atraparles en la cámara. Sin embargo, con la oscuridad aún presente, decidí prepararme un café y encender mi teléfono para buscar un par de notas relacionadas con dichas aves. Inusualmente, mi teléfono comenzó a vibrar por el número de mensajes que en alguna aplicación se actualizaban acumulados de la noche de viernes, en la cual seguramente coincidieron conocidos y amigos que intercambiaban opiniones en un par de chats.

Me llamó la atención que coincidieran, en esos chats diferentes, los temas del calentamiento global y la conservación de la fauna salvaje con puntos de vista totalmente encontrados.  Sin desconocer que el primero está presente y causando estragos, la discusión se centraba en si era o no solamente consecuencia de la intervención del ser humano. De igual manera, al hablar del cuidado y la protección del hábitat de la fauna salvaje, se justificaba o no anteponer la necesidad del ser humano. No llegaron a ninguna conclusión, ya que el debate terminó centrándose en si era una moda el que tantas personas compartieran esa y otra información a través de las redes sociales. Así suele suceder con la mayoría de los temas ya que el exceso de información y noticias falsas que circulan en redes, aunado a la falta de documentarse un poco más en fuentes confiables, hace que las personas hagan suyos temas que en realidad no conocen del todo y ello puede llegar a tener alcances y daños de otras proporciones.

Dejé a un lado el teléfono y una vez terminada la primera taza de café, seguí pensando solamente en el impacto del calentamiento global sobre el hábitat de la vida salvaje. Embarcado en mis propios pensamientos, recordé la oportunidad de haber visitado como fotógrafo algunos lugares de vida salvaje que enfrentan el riesgo de perder el hábitat por la presencia, cada vez más cercana a los mismos, de personas que en un principio están convencidos que hay que hacer a un lado la fauna salvaje. Recuerdo una charla con amigos que dominan bastante el tema en Pantanal, Brasil y que tiene que ver con la convivencia del hombre con especies salvajes como lo es una de las más representativas en América desde las culturas ancestrales: el jaguar.

Nos platicaba un amigo que se dedica al manejo de turismo en aquella zona sobre lo difícil que fue, hace un par de décadas, involucrar a los habitantes de la región, coloquialmente conocidos como los vaqueros del Pantanal, que viven en comunidades dedicadas preponderantemente a la crianza de ganado y que batallaban ante la presencia de dicho felino, el que recurrentemente mataba su ganado para alimentarse. Era muy difícil para los protectores y defensores de dicha especie, encontrar los mejores argumentos para explicar que el jaguar estaba ahí desde hace mucho más años que la gente y evitar que los habitantes de la zona mataran a los felinos para proteger a sus animales. La solución llegó cuando lograron hacerles entender la importancia de proteger el equilibrio de las especies en la zona y evitar con ello la proliferación de otras especies, que al final alteraban las zonas donde se alimenta el ganado y de manera fundamental, el desarrollar conjuntamente programas de protección de las especies, acompañados de actividades productivas en materia turística que mejoraban su ingreso y su nivel de vida familiar, así como fortalecer el desarrollo de la zona con áreas totalmente protegidas y con mejor infraestructura en aquellas donde habita la gente. Un programa exitoso en lo que hoy es una de las regiones más interesantes para conocer una cantidad impresionante de aves, mamíferos y por supuesto, el mítico jaguar.

Hoy día, el hábitat de la mayoría de la gente se da en las ciudades y no nos damos cuenta que los temas duros de falta de civilidad, inseguridad, contaminación y muchas cosas más, no solamente afectan el cambio climático, sino también destruyéndolo y haciendo que se pierda la calidad de vida a la que regularmente aspiramos muchos. Cuando me di cuenta, ya había amanecido y escuché el típico chasquido que emiten los colibríes. Me dispuse de inmediato a montar el equipo de fotografía y a capturar en imágenes una ave, que finalmente alimenta la esperanza de seguir disfrutando este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

Twitter: @GerardoProal

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