El proyecto neoliberal arribó a México en 1982 y se afianzó en 1986 durante la administración gubernamental de Carlos Salinas de Gortari. Una de sus acciones estratégicas era derribar “la ideología de la revolución mexicana” para dar paso a una nueva ideología fincada en la promoción del mercado global y el individualismo posesivo. El objetivo era “modernizar” el país, desmantelando todo lo que tuviera que ver con el Estado de la Revolución Mexicana. Se emprendía la construcción de la “ideología neoliberal” desde las ideas recién mencionadas. La política se subordinó al mercado y derivó en la mercadotecnia política para fabricar líderes. Se inició la llamada “transición a la democracia” ya que los gobiernos de la revolución siempre fueron autoritarios, se decía. En rigor, de esa forma se iniciaba el desmantelamiento del Estado asistencial para dar paso a la construcción del Estado neoliberal.

Sin embargo, “la ideología del mercado y el individualismo posesivo” se descarriló en los sexenios siguientes. Esta fue sustituida por la “ideología dominante de la corrupción y el hedonismo”. La ambición y la codicia devoró a gobernantes y líderes de partidos políticos que detentaban el poder político, así como a empresarios ligados a estos intereses. El Estado mexicano se convirtió, así, en una fuente infinita de negocios y tráfico de influencias que no tenían nada que ver con el neoliberalismo. Este fenómeno dio paso al gane de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y la Cuarta Transformación (4T).

En la coyuntura mexicana, se libra una lucha política e ideológica atroz entre la 4T y la ideología de la corrupción y el hedonismo que toma cuerpo en una coalición de partidos  otrora antagónicos. En este contexto, la 4T aspira a ser la ideología dominante y, por el otro, la desvirtuada ideología neoliberal la cual aún ocupa espacios importantes. Para este efecto, desafiando las reacciones químicas, se unen el agua y el aceite, es decir partidos políticos de diferente naturaleza y de empresarios pertenecientes a dicha ideología con el fin de enfrentar a AMLO -no al partido Morena- en 2024.

La oposición cuando gobernó en sexenios pasados, prácticamente desde 1982, tan sólo legaron el placer como principio de vida (Hedonismo); en este sentido, este hecho pasó a formar parte de la ideología dominante permeando, desde luego, a diversas franjas de la sociedad, dando paso a la leyenda: “todos tienen derecho a servirse del poder”, el placer a costa de someter por la fuerza a otras personas en contra de su voluntad. Esto explicaría, por ejemplo, el sometimiento y agresión a las mujeres; así como otras tantas formas de ejercicio del poder irracional como el racismo, la cultura del odio y del engaño. Después de todo lo mencionado, la oposición busca, nuevamente, el poder político sobre la plataforma de la ideología que los llevó a la derrota. Y aún así, lastimosamente, el legado de una pedagogía y una ideología de la corrupción y el hedonismo, es un lastre para la oposición, situada, hoy día, en un estado de orfandad y carente de un cerebro que la guíe.

Director de CETESPO

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