Quizá era una tarde soleada de un apacible día de otoño en el Mediterráneo, cuando Aristóteles, el filósofo griego, concibió en su mente lógica una división de las formas de gobierno. A saber: formas puras e impuras. Dentro de la primera, proponía tres: monarquía, democracia y aristocracia. Y así como el día tiene a la noche, éstas tienen su contraparte en las formas impuras, las cuales son la tiranía, la demagogia y la oligarquía.

Aristocracia significa, al menos en teoría, el gobierno de los mejores. Y claro, la lógica de la clase política queretana indica que como el estado es el mejor, puesto que aquí no pasa nada, sólo hechos aislados y casi, casi es el paraíso, la forma de gobierno adecuada es una aristocracia con una barnizada de democracia.

Y he ahí que Querétaro se sueña aristocrático pero se despierta oligárquico. Se sueña moderno pero despierta premoderno.

Basta echar un vistazo a las nóminas de gobierno del estado. Las élites que se encuentran enquistadas en el poder se reciclan. Los apellidos se repiten y el mantra se repite. Son el orgullo del nepotismo. Para el ejercicio del gobierno no se elige a los mejores sino a los beneficiados en la lotería genética, a la sangre de su sangre.

Es la oligarquía en pleno que se reproduce y asfixia la administración pública. No hay una correcta selección de perfiles, lo que impera son el amiguismo y el compadrazgo. ¿Cuántos juniores tenemos en nuestra clase política? ¿Cuántos de ellos realmente hicieron una carrera política o simplemente las puertas de la política se les abrieron gracias al apellido?

Y no es un mal nuevo. Las administraciones panistas también estuvieron plagadas de las familias ilustres incrustadas en nómina. Y sucede lo mismo en los partidos políticos en donde un puñado de familias los controla. Es lo que Robert Michels llamada la ley de hierro de la oligarquía. Una democracia aristocrática.

Claro, es obvio que los gobiernos se nutran de los cuadros políticos del partido, pero de eso al compadrazgo hay un abismo de diferencia.

Aristóteles Ramírez, politólogo y coordinador de la especialidad en Procesos Electorales y Campañas Políticas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro, manifestó en una entrevista periodística que “la política local no ha transitado lo suficiente hacia la modernidad”.

Y agregó que la administración pública no es una empresa familiar, no es un patrimonio de los gobernantes, en pocas palabras, que la política local tiene que transitar a la modernidad, puesto que se necesita que las personas estén preparadas y que tengan el suficiente mérito.

¿Pero en realidad vamos hacia la modernidad política? Quizá esta viaja en RED Q y por eso vamos atrasados y vemos tantos cambios de gabinete donde entran y salen apellidos ilustres. Hace falta una profesionalización de la administración pública y el fortalecimiento del servicio civil de carrera.

PD. Comienza el quinto año de gobierno del gobernador Calzada. Estamos ante el ciclo final de su administración, se acorta el tiempo para cualquier cambio y el juicio final de los ciudadanos y la historia se acerca. La próxima semana reflexionaremos al respecto.

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