Inevitablemente cuando se piensa en emprendedores conocidos se presupone el género masculino como primer patrón de referencia, hombres que hayan destacado desde el sector tecnológico hasta el sector cultural. El auge del emprendimiento femenino se ha presentado desde hace más de una década atrás, donde no estuvieron exentas las comparaciones entre géneros para identificar que hace diferente a una mujer emprendedora de un hombre emprendedor y quizá una de las más marcadas es que la mujer emprendedora tiene diferentes motivos, muchos de ellos enfocados a sectores de su interés y las capacidades propias del sexo. Actualmente pertenezco a este grupo de mujeres emprendedoras, trabajo para una Universidad dentro de la carrera de Ingeniería a la cual llegué como la única maestra hace 12 años; entre los casi 40 profesores pertenecientes a la plantilla docente me considero una emprendedora porque vine a cambiar esquemas y exploté mis oportunidades. Creo que ahora que miro hacia atrás recuerdo lo difícil que fue convencer que no venía a competir con nadie sino solamente a unir mis competencias a un trabajo ya establecido. En estos doce años he visto como 100% de la matrícula que ingresa a nuestra carrera (Ingeniería) solo 3% es ocupada por mujeres porque se piensa aún que es una carrera reservada para el género masculino. Estas mujeres, al igual que yo, son mujeres emprendedoras que quieren cambiar esquemas y explotar sus oportunidades, lo cual me recuerda a Peter Drucker en su manera de definir al emprendedor diciendo que “es aquel que busca el cambio, responde a él y explota sus oportunidades”. Algo que quiero resaltar es que en muchas ocasiones este 3% de mujeres universitarias está representado por jóvenes entre 17 a 20 años de edad, provenientes en su mayoría de comunidades alejadas de la ciudad, con un entorno económico y social desfavorable ya que ocupan el lugar sexto u octavo en la familia, y que crecieron en un entorno dónde se piensa que tienen que ocuparse de las labores de la casa y de sus hermanos, dado que la mayoría de las veces ambos padres tienen que ocuparse del campo. A lo anterior le podríamos agregar los usos y costumbres todavía vigentes en sus comunidades donde el hombre es el que tiene que mantener a la mujer, donde ellas solo deben de esperar con quien casarse. Por todo ello su presencia en una Universidad es doblemente valorada y apreciada porque tienen que romper con todas estas creencias, alejarse de sus padres y hermanos extrañándolos enormemente, adaptarse a vivir en una ciudad totalmente desconocida para ellas, adecuarse a un salón en donde comparten un espacio donde la mayoría son hombres. Tienen que romper ideologías durante su permanencia en la escuela y al egresar les toca encontrarse con un mundo laboral que aún tiene y presenta cierta expectativa hacia su género. Con todo ello actualmente ocupan puestos de jefatura y gerencia abriendo brecha en un mundo laboral. Por tanto, mi reconocimiento a todas estas mujeres emprendedoras de su propio destino que toman el riesgo del cambio, que responden a él y que explotan sus oportunidades. Considero que lo más importante en esta vida es arriesgarse, siempre les digo a mis alumnos (as) que tenemos que morir intentándolo; siempre innovar, cambiar para ser alguien en nuestra propia vida y que cuando volteemos hacía atrás nos demos cuenta que hicimos lo que teníamos que hacer en el momento adecuado y con la gente adecuada. Arriesguemos a emprender. Cuesta el mismo trabajo que vivir sin intentarlo. *Docente y especialista en desarrollo humano.

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