La misma noche que el país superaba a Italia en la cifra total de muertes por Covid 19 y se ubicaba en el cuarto lugar de las naciones con más muertos en esta pandemia con 35 mil decesos, ya sólo superado por EU, Brasil y Reino Unido, el presidente López Obrador volvía a insistir en que “la pandemia está a la baja y perdiendo intensidad” y, en medio de las críticas cada vez más fuertes a los resultados de la estrategia de su gobierno, el mandatario nacional volvió a culpar a la “prensa amarillista” por contabilizar a los muertos, mientras decía odiar las comparaciones con otros países e insistía en hacer el conteo de muertes por cada millón de habitantes.

Por enésima ocasión López Obrador tuvo que salir en defensa del doctor Hugo López-Gatell, cuya renuncia volvió a ser tendencia el fin de semana en las redes con el hashtag #FueraGatell, y lo defendió diciendo que se ha emprendido una campaña en su contra. “Lo atacan permanentemente, están muy desesperados porque no sucedió lo que ellos esperaban… Por eso mis respetos, mi admiración al doctor Hugo López-Gatell por la manera que ha venido informando sobre cómo cuidarnos, como seguir cuidando también a nuestros adultos mayores, a nuestros enfermos”.

Cada vez es más claro que al presidente López Obrador el llamado “rockstar” de la pandemia se le ha convertido en un fardo más que en un activo y que, conforme sigan aumentando los contagios y, sobre todo los fallecimientos de mexicanos por Covid, hasta en 5 veces más de los 6 mil muertos que había pronosticado torpemente López-Gatell, el encargado y vocero de la pandemia se volverá insostenible y la defensa sistemática del presidente del subsecretario tendrá un alto costo, no sólo para él y su imagen, sino para el país que hoy está claramente rebasado y desbordado en medio de una apertura desordenada y caótica que terminará aumentando muertes y contagios.

Si la estrategia de López-Gatell y su cuestionado modelo centinela se centró solamente en evitar un colapso del sistema hospitalario nacional, pero no en proteger la vida de los mexicanos ni en evitar la propagación y el contagio del virus por todo el territorio nacional, las mismas cifras oficiales, con todo y su reconocido subregistro, confirman el fracaso absoluto y total del modelo de contención que le vendieron al presidente: porque a pesar de los porcentajes que muestran cada noche hospitales con capacidad para seguir recibiendo pacientes, la realidad es que se siguen muriendo mexicanos, muchos de ellos en los mismos hospitales (42% de los que ingresan al IMSS con Covid fallecen) y muchos otros en sus casas o en la calle porque se negaron a recibirlos en hospitales y clínicas públicos o privados.

De muy poco sirve que el subsecretario de Salud y el gobierno se ufane de que hay capacidad y ventiladores disponibles en los hospitales, cuando la realidad es que no hay médicos especialistas ni urgenciólogos suficientes para intubar bien y salvar a los pacientes. Cuando López-Gatell dice que “aquí no hubo las escenas dramáticas que se vivieron en otros países como Europa” demuestra no sólo insensibilidad sino desconocimiento de lo que está pasando en las zonas más pobres y populares del país donde muchas personas ni siquiera acuden al hospital y se quedan con la enfermedad en su casa, donde los afortunados sobreviven y los más vulnerables se mueren sin ningún tipo de atención médica.

México no tomó las medidas adecuadas a tiempo, ni en el cierre de fronteras que sí ordenaron otros países, ni en la realización de pruebas que recomendaba la OMS y que ayudó a mitigar y contener la pandemia en varias naciones del orbe. Nadie se podrá olvidar cuántas veces, ya en plena epidemia, desde el gobierno, lo mismo el presidente que su subsecretario o autoridades estatales, dijeron que no pasaba nada, que el Covid no era tan grave ni tan letal y que se podía salir a la calle y no debían suspenderse eventos ni actividades económicas. Cuando reaccionaron y decretaron el confinamiento, ya el virus se había esparcido y a pesar del sacrificio de millones de familias que se quedaron en casa, el daño económico y la falta de apoyos desde el gobierno terminaron por hacer que se ordenara una reapertura dispareja y sin lineamientos federales claros que sólo volvió a poner en riesgo a una población que hoy ya se ve tan cansada y escéptica, que opta por ignorar cualquier medida sanitaria y de restricción.

Hoy, cuando el encargado de la pandemia culpa a los estados de no tener el control de la reapertura, después de que fue el mismo gobierno federal y el presidente el que renunció a la facultad constitucional de imponer las directrices nacionales obligatorias a través del Consejo de Salubridad General, cuando López Obrador dijo que “no vamos a pelear y que cada quien tome sus decisiones de manera voluntaria sin imposiciones”, lo único que queda claro es que por más discursos, conferencias, alocuciones, videos y cantinfleos de las autoridades, lo que hoy perciben y viven los mexicanos es que vamos solos y por nuestra cuenta en medio de la peor pandemia humana de la época moderna.

Hace no mucho le escuché decir a un titular del gabinete federal que el peor error que había cometido López Obrador en esta pandemia y que le iba a costar muy caro, era “haber confiado ciegamente en el doctor López Gatell y en sus recomendaciones” en lugar de haber convocado a los mejores expertos nacionales, científicos, médicos, matemáticos y demás disciplinas en el Consejo de Salubridad General y escuchar sus comentarios, opiniones y recomendaciones, en lugar de las de un solo médico que además terminó politizado y mimetizado con una causa política más que con la protección de la salud y la vida de los mexicanos.

Y anoche Hugo López-Gatell parecía confirmar el costoso error del presidente que, además pagaremos con la vida y el dolor de miles de mexicanos, cuando enojado con los periódicos por lo que publican sobre sus dichos y frases, decía que las críticas en su contra “no es hacia mí, es hacia todos ustedes”, dijo refiriéndose a todos los mexicanos. Ahora resulta que el señor López-Gatell ya es también la encarnación del pueblo mexicano y, a pesar que anoche mismo decía que su papel es “irrelevante”, se negaba a aceptar toda la responsabilidad de las decisiones que ha tomado y recomendado al presidente y, volvía a insistir en que no era adecuado “buscar culpables” sino apelar a la “corresponsabilidad”. ¿O sea que todos somos culpables de los 35 mil muertos?

NOTAS INDISCRETAS…

En vísperas del arranque de un nuevo periodo ordinario de sesiones en el Congreso, se desataron ya las pugnas por las presidencias de las Mesas Directivas del Senado y la Cámara de Diputados. En el caso del Senado parte de esa disputa se da dentro de Morena, donde se han dividido en dos bloques: por un lado el Grupo de radicales que encabeza John Ackerman que impulsa al senador Martí Batres para que repita como presidente senatorial y por otro la candidatura del senador chiapaneco Eduardo Ramírez de Aguilar  con el apoyo de Ricardo Monreal, líder de la mayoría y de la bancada del PVEM liderada por Manuel Velasco; también el PT y el PES apoyan a Ramírez de Aguilar a pesar del embate de los grupos más radicales que acusan a Monreal de pretender imponer de nuevo al presidente. Pero ahora la fiesta no es solo de Morena y el PAN también reclama su derecho a la presidencia del Senado y aunque no tiene aun candidato definido, sí tiene el apoyo del Bloque de Contención formado por MC, PRI y PRD que están a favor también de la alternancia en la Mesa Directiva y acusan “el agandalle de Morena y de Monreal que se quieren eternizar tanto en la Jucopo como en la presidencia senatorial. Monreal ya está como Porfirio Díaz en la Junta de Coordinación Política sin soltar la silla y Morena entronizado en la Mesa Directiva”, dice un senador de los que encabezan el bloque opositor y recuerda que, tanto el PRI como el PAN, cuando fueron mayoría permitieron la presidencia rotativa en el Senado. Y en San Lázaro también vendrá el jaloneo por la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. El acuerdo original aceptado por Mario Delgado decía que un año presidiría Morena, luego el PAN y enseguida tocaría al PRI como tercera fuerza, pero ahora parece que Delgado y los morenos intentan darle la vuelta a los priistas y, en una chicanada, quiere pasarle diputados al PT para que aumente su bancada y rebase al PRI y de esa manera se convierta en la tercera fuerza para que sean los petistas los que tengan la Mesa Directiva. Veremos cómo se ponen los golpes por las presidencias tanto entre los senadores como entre diputados… Los dados mandan Serpiente Doble. Mal inicio de semana.

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