Estamos llegando a las fechas decembrinas que siempre traen un espíritu muy especial de renovación, de esperanza y de plantearse metas positivas para el siguiente año. También son épocas de diversión, para disfrutar con la familia y con los seres queridos, para colocar adornos y el árbol de navidad. Es, asimismo, una temporada de comidas, reuniones y regalos.

Todo esto desde luego está muy bien, pero también es una temporada ideal para reflexionar sobre los valores que le dan significado a la Navidad, como el amor, la amistad, la bondad, la generosidad y la solidaridad.

De entre todas las tradiciones navideñas, hay una que deberíamos adoptar como la más valiosa. Dicha actividad consiste en realizar pequeños actos de servicio que estén al alcance de nuestra mano, para ser más amables y más solidarios con nuestros semejantes.

La Navidad es tiempo de unidad y sería muy beneficioso que, además de la parte divertida y alegre, pudiéramos incorporar con esa misma bondad una nueva costumbre para agradecer por lo que tenemos y compartir un poco con los demás. Y no me refiero a agradecer únicamente por las cosas materiales, que sin duda nos proporcionan comodidad y seguridad, sino también por la compañía de nuestras familias, la salud, un trabajo y tantas otras pequeñas y grandes bendiciones que no todas las personas reciben. Porque muchos de nuestros semejantes viven otras realidades en donde no hay juguetes, ni cena de navidad, ni la compañía de seres queridos. Por ello, la implentación de una tradición navideña que consista en dar un poco de nosotros a los demás, para ayudar a transformar este mundo en el que vivimos en un lugar mejor, sería ideal.

Y no se trata necesariamente de entregar un apoyo material o monetario, se trata de voltear un poco alrededor nuestro a ver quién nos necesita y en qué podemos apoyar. Porque hay mucho que podemos hacer, como visitar a quienes requieran compañía para conversar, regalar una canasta navideña con víveres a alguna familia que la necesite, donar ropa y juguetes en buen estado que ya no utilicemos, colaborar con organizaciones de la sociedad civil con recursos o con nuestro tiempo para apoyar sus causas, pasar tiempo con un adulto mayor que no tenga cerca a su familia, y un largo etcétera. No solamente es valioso aportar nuestro dinero, a veces es más importante dar nuestro tiempo, nuestro trabajo voluntario o alguna otra muestra de solidaridad para ayudar a los demás.

México sería otro país si lográramos practicar estos valores a diario, y enseñar a nuestros niños y jóvenes que la Navidad debe ser una época de alegría, de solidaridad y de auténtico valor humano. Convirtamos la solidaridad, la generosidad y la empatía en una nueva tradición navideña, que después podamos extender al resto del año para ayudar a las personas que no tienen la misma suerte que nosotros.

Con un poco de amabilidad hacia el prójimo podemos cambiar mucho de nuestra realidad, las grandes obras comienzan a menudo con pequeñas acciones; y al final del día ese es el mensaje de estas fechas: el amor que somos capaces de entregar y no los regalos que vamos a recibir. La Navidad no es sólo una celebración y una fecha en el calendario, es también una invitación que recibimos cada año para llenarnos el corazón de generosidad y para darnos la oportunidad de ser más humanos. Vivamos una feliz Navidad. La más feliz,   importante y  significativa. La que nos trae el mejor regalo de todos: el saber que tenemos el gran poder de  llevar  convertir a nuestra comunidad en un auténtico hogar de la esperanza.

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