En un primer golpe de percepción, el Centro de Reinserción Femenil San José el Alto en Querétaro parece una escuela. Edificios bajos se organizan en cuadrículas que enmarcan patios y jardines. Las áreas verdes tienen camas de flores rodeadas de piedras blancas, pintadas cuidadosamente de blanco. Hay una cancha de básquet, columpios y juegos de niños repartidos.

No hay cárcel buena, sin duda, pero existen prisiones que son mejores que otras.

Hace semana y media, miembros del World Justice Project conocimos esta cárcel. En la visita, nos guió el comisionado del Sistema Penitenciario del Estado de Querétaro, Miguel Ángel Contreras Álvarez. Estaba de buen humor: justo un día antes la Comisión Nacional de Derechos Humanos, no sólo reconoció este centro femenil como el mejor del país, sino que reconoció a Querétaro con tener el mejor sistema penitenciario nacional. El logro deriva del Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria 2019. Se trata de un instrumento de evaluación cuantitativa y cualitativa que anualmente integra los datos de las visitas de supervisión a los centros de reclusión con la información obtenida en entrevistas y cuestionarios administrados a personas privadas de la libertad, a los titulares de los centros y al personal de seguridad y custodia.

El Centro es pequeño, con capacidad para trescientas personas y con una ocupación del cincuenta por ciento. Cada espacio tiene una planeación y un orden imposible de improvisar. Las celdas que nos muestran albergan menos de cuatro personas y tienen radio, closet y baño privado. Hay celdas diseñadas para personas con capacidades diferentes pensadas para ofrecer accesibilidad. Las mujeres bajo proceso visten de blanco de pies a cabeza y están separadas de las mujeres con sentencia, uniformadas de beige.

Al pasar por ciertos lugares, sólo una mirada a través de sus ventanas nos recuerda que estamos en una cárcel, cuando descubrimos las bardas coronadas con espirales de púas y una torre de vigilancia a lo lejos.

Entrar a una celda donde mujeres viven con sus hijas me sacudió profundamente. La decoración de la celda departía de todas las demás porque en ésta había colores, cunas y juguetes. Una bebé de brazos vestía de rosa entera con su gorro de frío rematado en borla. Recordé que no hay cárcel que enaltezca pero sí hay cárceles que hacen menos daño que otras. Me sentí conmovida por la escena pero me siento más conmovida aún por los gestos de dignidad que el Estado es capaz de proveer en espacios públicos que se han hecho invisibles.

Con miras a la reinserción, el sistema penitenciario de Querétaro ha logrado programas de trabajo que, además de remuneración, ofrecen seguridad social. Por otro lado, las mujeres que dejan el centro son asistidas en su reincorporación con cosas simples pero importantes como la tramitación de su INE.

El trabajo público de los últimos cuatro años le ha valido a la entidad el reconocimiento de otros observadores independientes. Por dos años consecutivos, México Evalúa ha colocado a Querétaro como la entidad con mayores avances en justicia penal.

Para la mayoría de los mexicanos la prisión es un vórtice que desaparece personas. La realidad estadística es que quienes pisan una cárcel salen de ésta durante su vida. Está en el interés de todos que los sancionados con la pérdida de libertad vivan en espacios lo más compasivos posibles si queremos que la cárcel en verdad repare, porque todos volveremos a convivir en un futuro.

Miembro de la Comisión técnica para la transición de la PGJ a la Fiscalía General de Justicia de la CDMX

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