A lo largo de la historia del arte, la idea de la representación maternal ha sido un referente asociado en todo momento a la fertilidad y la abundancia. Hablar de ellas es hablar de inspiración y, con ello, recordar a las venus paleolíticas, las cuales cuentan con más de 25 mil años de antigüedad, como la Venus de Willendorf, que se representaba con pechos y vulvas con el fin de dar mayor énfasis a la idea de la fertilidad de la mujer, otro ejemplo de ello es en  La venus dormida, Venus del perrito o Venus de Urbino, de Tiziano Vecellio (considerado el mejor pintor veneciano en la época del Renacimiento en el siglo XVI), la Venus del espejo de Velázquez, más adelante veríamos a La maja desnuda y la maja vestida de Francisco de Goya, ello es la prueba más clara de la inspiración de la figura maternal que ha existido en todos los tiempos. Al ser las madres generadoras de vida y como parte fundamental del alimento que nutre.

Sin embargo, no sólo ellos harían representaciones sobre el tema de la maternidad, también han existido mujeres abordando ese tema, de las más destacadas tenemos a Mary Stevenson Cassatt, pintora y grabadora estadounidense, mejor conocida por abordar temas relacionados con la maternidad, pasó la mayor parte de su vida en Francia en donde en el año de 1874 tuvo la fortuna de estar en el “Salón de París” —lugar donde conocería a Edgar Degas— y a partir de ahí cambiaría la suerte a su favor.

Cassatt pintaba, en su casa o en la de sus amigas, escenas domésticas intimistas con una gran compresión del color.

Utilizó la técnica del impresionismo llevando la vida de las mujeres dejando una impronta costumbrista, reflejaba el vínculo entre madre e hijo, con un toque de arte japonés, lo cual le abre las puertas para estudiar en París, y al ser de una familia acaudalada, podía moverse a donde quisiera. Era coleccionista de arte y se dice que de lo que más tenía eran obras de Utamaro; la obra de La gran ola, de Kitagawa Utamaro, tuvo mucho impacto en su estilo, sobretodo porque superó a sus compañeros franceses en cuanto a la técnica de la xilografía, al tener una fuerte influencia japonesa. Eso lo podemos apreciar en las pinceladas de sus obras como Mujer bañándose, y en todas las representaciones que haría de Madres con sus hijos, lo que era claro es que, en ese momento, rompió con lo que se hacía en el momento.

Por su parte, Berthe Morisot, fue una artista de origen francés, gustaba pintar al aire libre, —mejor conocido en francés como au plen air—, apoyada por Jean-Baptiste Camille Corot, un dedicado y adinerado paisajista que tenía como perspectiva desde su casa el palacio de Tullerías, el Sena y el Louvre.

La obra de Morisot se destaca con sus pinceladas ágiles, ella no buscaba plasmar la realidad tal cual, ni la representación de lo que se ve, sino  cómo se siente un momento.

Más que pintoras, colegas, eran amigas y ellas aportaron más a la historia del arte. A finales del siglo XIX, ellas hicieron un grupo para vender y gestionar sus obras y la de sus compañeros de la época.

Desde 1874, Berthe Morisot participa en todo momento en el “salón de París” —excepto el año en que estuvo embarazada—,  eso le ayudaría a conocer a los artistas del momento; mientras que Cassat, al ser una mujer de muchos contactos e influencias al ser de una familia acomodada le ayudaría a reunir a los coleccionistas estadounidenses más destacados, se dice que gracias a Mary Cassatt, al día de hoy vemos mucha obra impresionista en EE.UU.

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