“Mi Querida Amiga: Hoy, sintiendo el frío correr por mis venas y observando con embeleso las luces multicolores de nuestro árbol navideño, y en la soledad de esta sala que ha presenciado tantos momentos inolvidables, he querido decirte lo mucho que te amo y la gran admiración que siento por ti.

En el caminar acelerado de mi vida nunca te he dicho esto, sin embargo sé que lo sientes, sientes este cariño puro y sincero que llevo dentro de mí y que tanto mereces. Siempre he creído que Dios ha puesto en mi camino muchos regalos, muchas bendiciones y tú eres la primera y la mejor de todas.

¡Cuánto me conocía el Creador que, sabiéndome débil, me puso en tus manos, que conociendo mi inestabilidad puso a mi lado la seguridad de tu presencia!
Gracias amiga mía, por ese papel tan importante que tienes en mi vida, por esa sonrisa y esa lágrima siempre compartida y oportuna, por enseñarme a amar la vida y a trabajar con dedicación y honestidad. Gracias porque siendo mi mejor amiga, te atreves a cumplir con la mejor de tus misiones…SER MI MADRE”.

Esta carta la escribí hace muchas primaveras, cuando todavía no era mamá, ahora, después de más de 30 años amo y agradezco a Dios ser madre, y valoro mucho más todo lo que mi madre ha hecho por mí…con todas esas vicisitudes que conlleva tan maravillosa labor.

Existen madres de todos tipos, de todos colores, tallas, tamaños, vaya mi admiración para todas ellas y, porque no decirlo, para todos aquellos hombres que han jugado ese papel tan acertadamente. 
Una madre no solo da vida, ni es perfecta, también se puede equivocar, puede sentirse sola de vez en vez, puede quererse ver bonita aunque la tachen de egoísta, puede permitirse unos kilitos de más, también se vale que se enoje y se convierta en Hulk cuando los hermanos discuten, puede sin problema llorar amargamente con una película de amor, o torcer los ojos buscando que los hijos la obedezcan. Protegen a sus “pollitos” de tal forma que se permiten invadir sus espacios.

Nos podemos dar el lujo de aguantar con ahínco los dolores de parto pero sentir que nos duele el alma cuando nuestros hijos sufren el primer descalabro amoroso.
Podemos con toda libertad emocionarnos enormemente en un partido de futbol en el que su campeón solo sigue la pelota. En fin, una madre no es maga, ni bruja, ni superhéroe, simplemente se convierte en ese ángel terrenal o que desde el cielo cuida amorosamente de ti eternamente.

Gracias Mamitas…

Frases para trabajar esta semana:

“Gracias hij@ porque tu presencia llena mi vida de color”
“Gracias mami por amarme cuando más lo necesito aunque no lo merezca”
“Todo don y virtud implica una gran responsabilidad” 
“Atraigo a mi vida personas maravillosas”

Recomendaciones de libros que pudieran ayudar en el tema que estamos trabajando. En esta ocasión les recomiendo:

—El juego de la vida y cómo jugarlo para mujeres, de Florence Scovel.
—Tu hijo, tu espejo, de Martha Alicia Chávez.
—Llegar a la cima y seguir subiendo, de Jorge Bucay.

“Gracias mamis por enseñarnos a vivir, por ser siempre compañeras de vida”.

Comentarios y sugerencias:
Gloria Villalobos Corral
Terapeuta de Psicología Clínica y Programación Neurolingüistica
gloriavillalobos_3@hotmail.com
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