La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca ha marcado un antes y un después en la unión americana.

Por un lado, porque su elección e inicio de gestión se dio en medio de una de las pandemias y crisis económicas más graves que ha vivido el mundo en el último siglo; pero además, por el entorno de polarización y división que se siente en el vecino del norte.

Algo que ha caracterizado a Donald Trump, durante su gestión y en general su vida pública, ha sido la confrontación. Es una persona que toma postura hacía un lado u otro, y defiende sus convicciones por sobre todo.

Es un firme exponente de las enseñanzas de Nicolas Maquiavelo en “El Principe”, 
donde el fin justifica los medios. Tal es así que puso en riesgo el cambio de gobierno y la estabilidad de las instituciones en la democracia más antigua del mundo. Además, creó un entorno de rivalidad y encono que provocó serios daños en el Capitolio y otros recintos oficiales.

Ahora, en su lugar llega un hombre decidido a revertir sus órdenes ejecutivas y redireccionar el timón. Una de las acciones inmediatas de Joe Biden fue firmar varios decretos con esa finalidad, entre ellas, la construcción del muro en la frontera con México. Se ve que tiene muy definida la agenda y que, en ese sentido, su mandato empieza con mucha fuerza y tenacidad.

Esa es la virtud de la democracia y las instituciones, que las diferencias se pueden resolver pacíficamente, en un entorno de concordia, tolerancia y aceptación.

En los regímenes democráticos actuales, las diferencias y la discusión son el común denominador en la sociedad, ya que el diálogo debe fluir entre posturas encontradas y dispares. No obstante, cuando algunos quieren saltar esos postulados e imponer por la fuerza su voluntad, argumentando fraudes o engaños, incluso sin pruebas, ponen en riesgo la estabilidad del pueblo.

Esa es una historia que hemos visto comúnmente en México y varios países latinoamericanos, principalmente porque aún tenemos una democracia incipiente que no ha terminado de evolucionar, pero que año tras año, va creciendo en fuerza y capacidad.

Será en este 2021 donde nuevamente pondremos a prueba nuestro sistema democrático. Donde revisaremos si hemos avanzado en la consolidación de las instituciones o si aún persisten los argumentos fraudulentos y carentes de sustento. Donde si se privilegiará el diálogo, o el insulto y las descalificaciones.

Todo ello confluirá también en medio de una pandemia y de la crisis económica más difícil que ha enfrentado nuestro país en sus últimas décadas, lo que hará muy diferente este proceso a otros.

Por eso, como en Estados Unidos, la democracia y el respeto a las instituciones, es un ejemplo que debemos mantener, pero sobre todo, apostar por la alternancia; ya que un cambio de “aire” siempre es bueno para todos, permite revitalizar el ánimo y ver nuevos horizontes, pues a veces para enfrentar los retos no hay de otra más que cambiar de “canal” y ver las cosas con otra perspectiva…más fresca y diferente.

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